miércoles, 20 de junio de 2007

LA PIRÁMIDE DE MASLOW Y LA CARACTEROLOGÍA DE RENÉ LE SENNE

Queridos lectores:

A la izquierda de este texto he recreado la célebre "Pirámide de Maslow". Está compuesta por cinco cajones que representan las cinco necesidades del ser humano: en el primario, que yo he llamado 5, encontraríamos las funciones fisiológicas (comer, dormir, respirar, etc.); en 4, el lector se encuentra con el concepto de "seguridad". El ser humano necesita tener una serie de seguridades (empleo, familia, salud, etc.). A continuación, un peldaño más arriba, está el cajón número 3: "afiliación". Esto quiere decir que toda persona necesita estar relacionada: en el trabajo, en la sociedad, en la familia, en la amistad, etc. Más arriba, en el número 2, Maslow establece un lugar importantísimo para el reconocimiento, que refuerza la autoestima. ¿A quién no le gusta que le digan que es un gran profesional, que la empresa sin nosotros se iría a pique y que le estiman mucho? Finalmente, en la parta alta de la pirámide, encontramos el cajón dedicado a la autorrealización. Ésta se logra cuando hemos encontrado nuestro lugar en el mundo, generalmente cuando realizamos una tarea que nos llena y cuando hacemos aquello que nos place y que consideramos correcto.

Las dictaduras son malas porque no permiten a la sociedad oprimida desarrollarse plenamente. Y ello se logra cuando se impide al individuo alcanzar su plena madurez. De ahí que siempre se hable de "conquistar la libertad", "romper con las ataduras del miedo", etc. Estoy convencido de que muchos problemas del mundo se resolverían si todos pudiéramos satisfacer nuestras necesidades, cumplir con Maslow, en definitiva. Pero todo no es tan sencillo.

René Le Senne, también a mediados del pasado siglo, desarrolló una teoría que me parece revolucionaria y que, si bien hoy se ha descartado en favor de criterios biologicistas y neurológicos (o así debería ser), amén de un pupurrí de cuestiones de orden histórico, social o ambiental y antropológico, no deberíamos perder de vista, pues, como veremos juntos a continuación, es reveladora. Publicó las conclusiones de su trabajo en un libro que es una joya y que ya no se encuentra en ninguna librería, pero sí en la biblioteca, por lo que aún sigue estando al alcance de cualquiera: Tratado general de caracterología. Resume la condición humana en ocho grupos puros de carácter y sus respectivas combinaciones. Veamos juntos el siguiente esquema:

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Emotivos: No activos [tipos: nervioso (primario), sentimental (secundario)]

Emotivos: Activos [tipos: colérico (primario), pasional (secundario)]

No emotivos: No activos [tipos: amorfo (primario), apático (secundario)]

No emotivos: Activos [tipos: sanguíneo (primario), flemático (secundario)]

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René Le Senne estableció dos grandes bloques: Emotivos y No Emotivos. Estos están divididos a su vez en "activos" y "no activos" y estos últimos se distinguen por el tercer rasgo diferenciador: "primario" y "secundario".

La emotividad mide nuestro grado de reacción emocional ante los acontecimientos de la vida. Las personas emotivas demuestran mayor impresión que las no emotivas, lo que no significa qeu éstas carezcan de sentimientos o que no puedan emocionarse. Lo hacen, aunque en menor medida que los emotivos.

Por actividad debe entenderse la facultad que tiene el ser humano de obrar. Es una fuerza interior que, en función de cuánto de ella encontremos en nosotros, bien nos impulsa a trabajar, bien nos frena.

La resonancia mide el modo en que una persona vive un acontecimiento y se deja influir por él. Si una persona es "primaria", vivirá intensamente una emoción o un sentimiento durante un breve periodo de tiempo y luego lo olvidará. En cambio, el que se llama "secundario" revivirá aquella situación más veces y su percepción del mismo perdurará más tiempo, su repercusión será mayor. De ahí que los primarios sean más alegres y algo superficiales mientras que los secundarios se muestren reservados y vivan su vida interior con más intensidad que los otros.

Algunas características de cada grupo:

Los nerviosos son personas muy creativas, vivas y sienten todo con suma intensidad en el menor tiempo. Son amistosos, sus enfados duran poco a pesar de su intensidad; no obstante, el trato será, en términos generales, algo superficial, a pesar de que sus sentimientos sean puros y honrados. Los artistas son un buen colectivo de nerviosos. Ahí tenemos, por ejemplo, a Lord Byron, Baudelaire y Mozart.

Los de tipo sentimental suelen ser conservadores y constantes en sus afectos. Están dotados de sensibilidad, por lo que tienden hacia su mundo interior, al recogimiento y, por tanto, a la reflexión. No suelen expresar sus emociones, aunque las viven durante largo tiempo. Son personas que, por estas razones, prefieren la soledad y, al huir de la compañía del prójimo, tienden a desconfiar de él. En este grupo encontraríamos a personas como Kierkegaard o Rousseau. Gente melancólica.

Los coléricos son sensibles y su rasgo "activo" los hace emprendedores, pero sólo en la búsqueda inmediata de emociones nuevas y éxitos súbitos que después se pierden como el humo. Suelen aparecer alegres y optimistas, aunque son derrochadores natos de energías. Pueden degenerar en el ardor revolucionario. Danton, Balzac o Victor Hugo serían tres buenos ejemplos.

El último grupo de los emotivos lo integran aquellos que se llaman pasionales. Siendo sensibles, mantienen un correcto equilibrio y tienen un don práctico que les permite alcanzar las metas que se fijan. Esta ambición se suma a su gran independencia, por lo que no precisan la ayuda de nadie para obtener lo que se proponen. Figuras históricas: Miguel Ángel y Beehthoven (pero no todo lo que reluce es oro: Napoleón y Hitler también lo fueron).

Los sanguíneos se caracterizan por su baja emotividad, su capacidad de actuación y su superficialidad. Pueden considerarse fríos, como el resto de su grupo, pero jamás calculadores debido a su rasgo primario. Es fama que este grupo lo integran diplomáticos y políticos. Ahí se encontrarán figuras como Maquiavelo. Algunos estudiosos afirman de ellos que terminan resignados a una forma de cierto escepticismo vital.

Del flemático no esperemos demasiados gestos en ninguna de sus acepciones. Tiene, como se dice vulgarmente, pachorra. Es callado, poco sentimental y muy objetivo. Ello le hace ser una persona de pobres ideales afectivos, aunque una objetividad tan acusada le convierte en un gran observador. Como es muy meticuloso y constante, el flemático tiende a la rutina y al orden, que se reflejan en todos los aspectos de su vida. No extrañe a nadie que haya tantos filósofos en este grupo: Kant, Locke, Hume o Leibniz. Hay una anécdota célebre del primero de la lista. Decían que, cuando los vecinos de Kant le veían dando su paseo diario, aprovechaban para ajustar la hora de sus relojes. Hay otras anécdotas de otras personas de este grupo, pero no son tan simpáticas.

Muy poco se sabe de amorfos y apáticos, pues no suelen destacar en nada. Llevan una vida gris, son el ejemplo de hombre-masa y tienden a la soledad. Muestran una tendencia acusada al egoísmo. Raro es encontrar un ejemplo histórico de estos caracteres: Luis XV es un modelo histórico de amorfo. En algunos libros se afirma que estas personas encuentran su lugar en el ejército, donde disfrutan de la camadería de los soldados, aunque nunca destacarán en nada.

A la Pirámide de Maslow, que parece una corroboración de la felicidad aristotélica, unan esta coctelera humana en la que desordenadamente se mezclan ocho tipos de carácter. Añadan catástrofes naturales, epidemias, enfermedades, trastornos mentales (egoísmo y envidia no deben faltar, por supuesto): ahí tienen la mejor enciclopedia de la naturaleza humana y su devenir histórico. Si quieren comprender al ser humano; si les interesa la antropología; si desean averigüar, a pesar de todo, qué somos; si les apasiona la historia; si aman con locura el relato de las grandes pasiones humanas; si, en definitiva, sienten curiosidad por las cosas que nos atañen, estudien biología, química y medicina. Pero, ojo: no está garantizada la felicidad al final del camino. O tal vez sí. Eso, supongo, dependerá de su tipo de carácter y de si lograron satisfacer sus necesidades. Suerte.