sábado, 31 de marzo de 2007

ROBINSON CRUSOE, DE DANIEL DEFOE



Llegó el fin de semana y las recomendaciones literarias con él. Escribo esta entrada en la noche cerrada del viernes y me temo que me acompañará durante las primeras horas del sábado. Por lo tanto, me imagino que voy a retrasar un día la entrada prometida al viernes. En cualquier caso, nunca es tarde si la dicha es buena. Yo así lo creo.

Daniel Defoe nació hacia 1660 y su gloria lo volvió inmortal. De su interesante y movida existencia nos da noticia una generosa entrada de la Encyclopaedia Britannica y podemos saber más de él si buscamos en alguna buena historia de la literatura inglesa, por ejemplo, The Cambridge History of English and American Literature, en dieciocho volúmenes (v. 1). No he consultado la monumental obra publicada por Oxford, pero creo que el volumen correspondiente a Defoe aún no se ha publicado.

Sorprende que Borges no haga referencia al autor salvo en un artículo de tres páginas que lleva por título "Daniel Defoe: Las venturas y desventuras de la famosa Moll Flanders". El lector lo encontrará en Biblioteca personal. Robert Barnard, también escueto, nos informa sobre el autor, sus visicitudes y las dos obras literarias que lo encumbraron: Robinson Crusoe y Moll Flanders. Esteban Pujals, en su Historia de la literatura inglesa, ofrece una imagen del escritor y sus libros más allá del simple esbozo, aunque no deja de resultarnos un boceto de algo mejor. Volviendo a Borges, que sentía debilidad por las paradojas, escribió que Swift pasó a la historia de la literatura infantil por un libro dirigido a los adultos, él, que tan poca simpatía demostró por los niños. Esteban Pujals introduce la obra de Defoe y Swift como los dos principales precursores de la novela inglesa moderna.

La crítica literaria siempre estuvo en contra de Defoe, pero hoy se le rinde el culto que su obra merece. No obstante, el éxito de Robinson Crusoe fue inmediato y conoció varias traducciones en toda Europa. El libro está basado en un hecho real: Alexander Selkirk, después de discutir acaloradamente con el patrón de un barco, pidió ser conducido a la isla de Juan Fernández, donde sobrevivió más de cuatro años. Defoe tuvo oportunidad de que el propio Selkirk le narrara sus hazañas. El libro, no obstante, es más extenso y no se limita a narrar la crónica de un naúfrago llegado a una isla semidesierta. Su autor viajó por el sur y el centro de Europa llevado por sus obligaciones laborales. Había recibido una esmerada educación. A pesar de todo, conoció la ruina e incluso la cárcel. Esteban Pujals concluye así su análisis:

"El éxito de Robinson Crusoe no se debe tan solo a sus cualidades literarias, sino a su significado. La clase media lectora de la Inglaterra del siglo XVIII entendió el simbolismo que contenía la figura de este hombre activo y resuelto, dominador de la naturaleza, triunfador de las dificultades que presenta la vida. En esta novela Defoe exaltaba el individualismo y, al mismo tiempo, expresaba las ambiciones y el espíritu emprendedor de un grupo social capaz de crear riqueza de la nada, de salir adelante con los restos de un naufragio, de vencer la adversidad a fuerza de perseverancia y valor"

Lindas palabras, ¿no es cierto?. En español existen diversas traducciones. Sin desmerecer la labor de otros, querría destacar de entre todas la traducción clásica, la que Julio Cortázar realizara para una publicación bonaerense de 1945 y que los editores españoles rescataron en Debolsillo, Mondadori y Valdemar. A continuación, me referiré a esta última, pues contiene las hermosas imágenes a todo color que N. C. Wyeth, aquel mítico ilustrador de aventuras clásicas, incluyera por primera vez en 1920. En algunos de sus dibujos veo algo de Beruete y de Sorolla, sin dejar de ser un lejano eco fortuito de aquellos, que me llenan la vista de luz y colores vistosos como algunos verdes y otros de tonos violáceos. Existe, incluso, un museo en la costa este de los Estados Unidos de Norteamérica dedicado a su obra que puede consultarse electrónicamente (v. 2). ¿Quién podrá olvidar sus ilustraciones de La isla del tesoro, por citar tan solo un ejemplo más?

Una lectura pensada para jóvenes y mayores. Algunos libros de la buena literatura no entienden de edades: son universales y aguardan el momento propicio para la lectura. Lectura dichosa, sin duda alguna.

Los amigos de EL BLOG ILUSTRADO que busquen un título con el que iniciarse en la lectura materna de obras extranjeras, encontrarán el inglés de Daniel Defoe muy asequible y se alegrarán cuando comprueben que podrán pasar páginas enteras sin apenas hacer uso del diccionario. Para finalizar la entrada, acabaré con el párrafo inicial del libro en su lengua original y en la traducción de Julio Cortázar:

I was born in the year 1632, in the city of York, of a good family, though not of that country, my father being a foreigner of Bremen, who settled first at Hull. He got a good estate by merchandise, and leaving off his trade, lived afterwards at York, from whence he had married my mother, whose relations were named Robinson, a very good family in that country, and from whom I was called Robinson Kreutznaer; but, by the usual corruption of words in England, we are now called - nay we call ourselves and write our name - Crusoe; and so my companions always called me.

Nací en el año 1632 en la ciudad de York, de buena familia aunque no del país, pues mi padre, oriundo de Bremen, se había dedicado al comercio en Hull, donde logró una buena posición. Desde entonces, y luego de abandonar su trabajo, se radicó en York, donde casó con mi madre; ésta pertenecía a los Robinson, una distinguida familia de la región, y de ahí que yo fuera llamado Robinson Kreutznaer, aunque por la habitual corrupción de voces en Inglaterra se nos llama Crusoe, nombre que nosotros mismos nos damos y escribimos y con el cual me han conocido siempre mis compañeros.