domingo, 25 de febrero de 2007

FILOLOGÍA HISPÁNICA: PRIMERA PARTE

Queridos amigos de EL BLOG ILUSTRADO:

La filología es la ciencia de las palabras y, por tanto, de las lenguas. Esta disciplina puede centrarse en el estudio de un único idioma, creándose filologías especializadas que se llaman, por ejemplo, Anglicanística o Germanística, es decir, Filología Inglesa y Filología Alemana. Hoy en día, los departamentos universitarios ofrecen una variada selección de estudios y el alumno puede formarse en una única disciplina u optar por varias al mismo tiempo; no obstante, algunas de éstas recogen, a su vez, un amplio número de asignaturas que imposibilita la simultaneidad. Esta concurrencia es obligatoria, por ejemplo, en el caso de la llamada Filología Románica o, sencillamente, Románicas: el estudiante debe profundizar en dos lenguas de esta familia (por ejemplo, francés e italiano). Lo mismo ocurre en el caso de Filología Clásica o Clásicas, en la que se presta la misma atención al estudio del latín que al del griego. El caso de la Filología Hispánica o Hispánicas es harina de otro costal. ¿Por qué? Por dos razones: primera, porque es la licenciatura estrella de las filologías en nuestro país debido a razones más que evidentes; segunda, porque su estudio implica no sólo el conocimiento de la lengua y literatura españolas, sino el de buena parte del continente americano. La saturación de asignaturas en el programa de Hispánicas es una obviedad: los estudiantes deben hacer frente a una media de once asignaturas por año. ¿Quién puede profundizar un poco en cada uno de esos estudios? Si el estudiante ha podido hacerse con una pequeña biblioteca, se lamentará cuando repare que el grueso de la misma está formado por una innumerable colección de estudios introductorios a mil y una disciplinas. En sus estanterías no verá demasiados títulos que demuestren un conocimiento avanzado de la materia: siempre será un Fundamentos de lingüística, Introducción a la pragmática, Aproximación a los estudios literarios, etc., pero nunca un volumen del que presumir: Tratado de sintaxis, Neurolingüística avanzada o Curso de especialización en fonética. Pensaréis que los licenciados en Hispánicas no saben mucho, pero nada más alejado de la realidad. La formación humanística que nutre el estudio particular de la Filología Hispánica es muy amplio y dota a la persona de una cierta seguridad no sólo en las materias que ha tratado a fondo, sino en otras que ha tocado indirectamente: arte, geografía, historia, filosofía, psicología o sociología son buenos ejemplos.

Todo esto, por supuesto, grosso modo. Las limitaciones del blog obligan a ser demasiado esquemático, pero creo que la idea ha quedado bastante clara. Hoy me gustaría incluir una programación básica de la licenciatura de Filología Hispánica, que fue la que yo estudié en la universidad. He prestado atención a la Teoría de la Literatura, pues en ella me doctoro actualmente, aunque debo confesar que ésta sólo es una asignatura más del amplio y saturado temario de Hispánicas. Más abajo detallaré las disciplinas básicas que son objeto de atención por parte de los estudiantes, pero hay muchas más y todas ellas se dividen en diversas asignaturas que cada universidad llama de un modo distinto, pero que todos los alumnos deben conocer (y aprobar).

Dedicaré las próximas entradas a rematar la programación y a incluir posteriormente una breve y fundamental bibliografía de las materias aludidas.

FILOLOGÍA HISPÁNICA: LICENCIATURA

PROGRAMACIÓN BÁSICA

I. Lengua española

1. Gramática

El estudio de la gramática es, sin duda, uno de los pilares de la filología, así que a ella se dedican buena parte de la asignaturas del temario. En este caso, así como ocurre en el de la historia de la literatura, los licenciados en Filología Hispánica tienen una sólida formación que les permite desenvolverse con soltura en materias como las que veremos a continuación:

a. Fonética y fonología

Aunque parezca mentira, los estudiosos no se ponen de acuerdo a la hora de definir estas dos disciplinas lingüísticas. Unos creen que la fonética abarca un campo más grande que el de la fonología, mientras otros consideran que es al revés.

Quienes opinan del primer modo entienden que la fonética es la parte de la lingüística que se encarga del estudio de los sonidos (dicho de otra manera: trata el aspecto oral del lenguaje) mientras que la fonología sería aquella parte de la fonética encargada del estudio de los sonidos desde un punto de vista puramente funcional. ¿Y esto último de “desde un punto de vista puramente funcional” qué quiere decir? Pues que se limita a estudiar una categoría llamada fonema. El fonema es el sonido básico que, por ser recurrente en una lengua y por lo tanto lingüísticamente pertinente, se entiende como la unidad mínima distintiva de cada lengua en el plano oral, es decir, en el de los sonidos. Por ejemplo: la /a/, la /f/ y la /p/ Podría resumirse del siguiente modo:

FONÉTICA (fonología)

FONÉTICA: estudio de los sonidos o aspecto oral del lenguaje

fonología: parte de la fonética dedicada al estudio de los fonemas, que son las unidades sonoras mínimas del lenguaje.

Los que opinan del segundo modo sostienen que es la fonología la disciplina más general y la fonética una parte más limitada dentro de la primera. Para estos estudiosos, la fonética se encargaría de estudiar los aspectos acústicos y fisiológicos de los sonidos, y las distintas variantes de cada fonema, llamados alófonos. Eso quiere decir que existen varias formas de pronunciar, por ejemplo, la /n/. Ello depende de varias razones que no viene al caso enumerar ahora, pero haced la prueba: repetid en voz alta las palabras enano, conmover, emancipación y entonar. ¿Pensáis que la /n/ de cada palabra suena igual? En cada caso suena distinto porque, al hablar, los sonidos van anticipando a los que les siguen, de modo que, en nuestro caso, la /n/ se deja influir por las letras que la acompañan y, en el caso de conmover, emancipación y entonar, el sonido de la /n/ se contamina con el de la /m/, /θ/ y /t/. /θ/ es la representación de la consonante interdental fricativa sorda, cuya ortografía presenta dos variantes: ‘c’ y ‘z’.

b. Morfología

Es la disciplina que se encarga del estudio de la palabra, la unidad mínima que contiene la palabra (el morfema), sus valores y relaciones entre sí para formar palabras nuevas, y el estudio de las categorías léxicas.

c. Sintaxis

La sintaxis estudia los aspectos relacionados con la combinación de palabras dentro de la unidad máxima y a la vez básica de la sintaxis, a saber, la oración.

En resumen, podría afirmarse brevemente que la gramática estudia los sonidos de las palabras, el interior de las mismas y su relación entre sí cuando forman estructuras más complejas que ellas (sintagmas, oraciones, etc.).

2. Lingüística: teoría general y práctica

Podría decirse que la lingüística es la ciencia del lenguaje. Dentro de ésta encontraríamos la gramática, pero ésta se estudia aparte. Lo que los alumnos tratan en esta asignatura es un amplio número de aspectos relacionados con el lenguaje (y, más concretamente, con el español en tanto que lengua natural) que tienen que ver con la especulación pura y la aplicación de teorías. Todo suena muy vago, ¿verdad? Bueno, es que el terreno de aplicación de la lingüística es sumamente escurridizo debido a que existen serias dificultades para definir su lugar en los estudios científicos. Unos opinan que se trata de una rama de la sociología, otros afirman que es una especialidad de la psicología, cierto grupo considera que forma parte de la semiótica y otros apuestan por una visión ecléctica.

Me atrevería a aventurar que la lingüística, al pensar sobre el lenguaje, creó la gramática y que la labor del lingüista es plantearse constantemente y de un modo empírico la validez de ese "manual de instrucciones", planteándose nuevos retos y dando respuesta a las interrogantes que genera no sólo el lenguaje, sino cada una de las lenguas naturales. Veámoslo de otro modo: el matemático medita sobre los números y llega a una serie de conclusiones teóricas. Esas conclusiones son las fórmulas que todos hemos estudiado. El conjunto de fórmulas vendría a ser la gramática de los números. El "lingüista matemático" se haría preguntas surgidas del estudio de esa gramática numérica y respondería por qué razón ciertas fórmulas son así y no de otro modo. Los estudiantes de lingüística, entonces, no se conformarán con conocer la gramática, sino que intentarán explicar por qué cada gramática es así. Para ello se plantean problemas que deben resolver ofreciendo una respuesta satisfactoria que demuestre científicamente su validez. Por ejemplo: ¿por qué es incorrecta la siguiente oración: "Juan llovió a cántaros"? Una respuesta válida sería: porque llover es un verbo avalente, es decir, un verbo que no necesita ningún argumento (sujeto u objeto) para formar una predicación completa. Dado que Juan funcionaría como sujeto de la oración, surgiría una incompatibilidad con el verbo, pues, como se acaba de afirmar, los verbos avalentes como llover se construyen sin sujeto. Otro ejemplo: ¿Es correcta la oración "María está dando una bofetada a Pedro"? Evidentemente no. El lingüista debe dar una respuesta que explique la razón de un modo científico. No valdría con decir "porque una bofetada se da en un instante, no durante media hora". Ésa sería, sin duda, la razón evidente, pero no la adecuada. El lingüista, por lo tanto, reflexiona sobre los mecanismos de la lengua y llega a esta conclusión que puede aplicarse, además, a cualquier otro ejemplo análogo: existen verbos cuyo modo de acción se caracteriza por la culminación de un objetivo en un intervalo de tiempo mínimo. Este tipo de verbos se clasifican dentro de la categoría "logro". Pues bien, todos aquellos que pertenecen a esta categoría se caracterizan por su incompatibilidad con la formación de perífrasis durativas. Por lo tanto, la oración "María está dando una bofetada a Pedro" suena, cuando menos, extraña. Lo mismo podría decirse, por ejemplo, de "El niño nació durante tres horas" o "La bala no daba en el blanco" (llegándose a especular sobre la posible existencia de balas indecisas, aunque perseverantes ¿verdad?).

3. Historia de la lengua

Esta rama de asignaturas puede pasar por el gran rompecabezas de la Filología Hispánica. El estudiante, sin comerlo ni beberlo, se verá envuelto en una maraña de disciplinas complejísimas que tienen, como telón de fondo, el testigo mudo de una lengua que ha cambiado en el decurso de los siglos hasta volverse prácticamente irreconocible. El estudio se inicia con el latín, la lengua de la que proceden las lenguas románicas y, por lo tanto, también la nuestra. Prosigue con la adquisición de conocimientos de latín vulgar y, una vez llegados a este punto, el gran salto hacia los albores del castellano. Durante cuatro años deberá familiarizarse, principalmente, con el estudio de la fonética y fonología, morfología y sintaxis históricas del español. Todo se ve más bonito cuando se ha pasado la etapa, pero hay que vivirla para saber lo ardua y seca que llega a ser la filología. Grandeza y miseria de una carrera universitaria en peligro de extinción que debemos defender y mimar. Colmar de cariño el estudio de las Humanidades. Ya lo escribí el otro día: apartémoslas de los planes de estudio y el ser humano enfermará. Nada tan grave como la desmemoria, un tipo de ignorancia muy grave. Así terminaremos negando la existencia del holocausto judío, la infamia de la dictadura stalinista, los abusos de poder que padecen y padecieron tantos pueblos de Hispanoamérica, las terroríficas matanzas del África y la vergüenza de nuestra codicia más abyecta: mantener la opulencia de Occidente a costa de millones de seres humanos oprimidos por el hambre, la miseria y la desesperación (también existe el Cuarto Mundo, pues en todas partes cuecen habas). Arranquemos de nuestro corazón el noble arte de nuestros antepasados y caeremos todos en menos de una generación consumidos por la locura.

Habría que añadir al estudio de la historia de la lengua una disciplina muy bonita llamada paleografía. Ésta tiene que ver con el estudio de los documentos antiguos, su reconocimiento y comprensión. ¿Nunca visteis de cerca un libro antiguo? Me imagino que, al menos, sí tuvisteis cerca una ilustración o un facsímil. ¡Qué caligrafía! ¿verdad? Pues todas se enseñan en esta hermosa asignatura (desgraciadamente optativa), de modo que sólo por ese rasgo uno puede averiguar en qué época se escribió el libro. Existen muchas caligrafías distintas, por supuesto, pero las que a mí más me gustan, sin duda, son la gótica y la humanística: una perduró en Alemania, la otra se extendió por el occidente cristiano.

II. Literatura en lengua española

El segundo gran bloque de la programación de Filología Hispánica se centra en el estudio de la literatura en lengua española, sin duda una de las más ricas de cuantas existen. Dividiré este epígrafe en dos apartados: 1. Historia de la literatura y 2. Teoría de la literatura. Al respecto debo señalar lo siguiente:

Existen diversas aproximaciones teóricas al hecho literario, varios enfoques y modos de acometer el análisis textual y distintas interpretaciones del contenido. Un paradigma sería el conjunto de estos estudios enlazados por una característica propia que lo distinguiría de otros. Dicha característica viene determinada por una preferencia ideológica, una necesidad concreta o el simple devenir científico dentro de unas coordenadas fijas y expresado por unos parámetros genuinos. En España se ha consolidado el llamado “paradigma historicista”. Su constante, ese rasgo definitorio que lo distingue del resto, es la sistematización de todo análisis a partir de la historia. Es fácil, pues, deducir que los esfuerzos de la tradición hispánica se hayan centrado en reducir el fenómeno literario a manuales que son auténticos repertorios de biografías, generaciones literarias que se suceden unas a otras dóciles y ordenadas, listas cronológicas y la relación establecida entre cada texto y su autor con el tiempo que le tocó vivir y la herencia que recibió de sus antepasados. De ahí que, hasta hace muy poco, en las escuelas de España importara más enseñar, por orden cronológico, los nombres de los más importantes escritores nacionales y los distintos movimientos literarios que la lectura y análisis de los principales libros. Se consideraba una obligación saber cuándo había nacido Cervantes y no haber leído El Quijote. Y de ahí proviene el principal reproche que se ha hecho a nuestra tradición: limitar todo el esfuerzo a un artificio historicista que, aparte de superficial, muchas veces se aleja de la realidad y aparta al estudiante de la auténtica función de la asignatura: la lectura.

Todo estudio literario debería partir de la historia de la literatura, por lo que considero que el modelo histórico ha de ser, por derecho propio, el primer peldaño de una escalera que no se acaba ahí. A continuación, el conocimiento de las ideas de la época, la lectura del texto, su posterior análisis formal y, por fin, la interpretación y crítica textual de donde se extaerían las conclusiones pertinentes.

1. Historia de la literatura

En el caso de la Filología Hispánica, el estudiante debe pelear en dos frentes (dos frentes amigos, por supuesto):

a. Historia de la literatura española

Mucho se repite aquello de “¿Qué debe Europa a España?”. En la pregunta, ya encontramos la respuesta. Las palabras sobran, pues aquéllas dicen por sí solas lo que a nosotros nos sonrojaría reprochar. Esta asignatura se inicia con el estudio de los primeros textos escritos de la Edad Media y encuentra sus principales objetivos en obras cumbres como el Cantar de Mio Cid, Libro de Buen Amor o La Celestina. De ahí se pasa al Renacimiento y al Barroco, las dos épocas más fecundas de nuestras letras: Garcilaso de la Vega, Cervantes, Lope, Quevedo, Calderón... No olvidemos de aquella época una de nuestras más brillantes contribuciones a la literatura: la novela picaresca. El siglo de la Ilustración no arrojó demasiadas luces con brillo propio y puede considerarse el más pobre de nuestra tradición literaria. El XIX se animó bastante y sirvió una década para consolidar el movimiento romántico que otros han negado mezquinamente para la gloria de España. Fue breve, tardío y periférico, pero fue igual que una sonada tormenta de agosto que refrescó el sopor y la fatiga de un largo y seco verano que duraba un siglo largo de mezquindad y solana. Luego vendría el realismo y anunciaría la gloria de plata que deparó la primera mitad del siglo XX a nuestra historia de la literatura. Parece que el genio español espabila en época de penuria: Cervantes escribió medio Quijote entre barrotes y los Baroja, Unamuno y Valle-Inclán, otro tanto tras la infamia del 98. La obra nacional se ha esculpido con mortero y los siglos le dieron brillo con la sangre de los justos mandada derramar por sus traidores. Lo peor no es tener el enemigo a las puertas, es soportarlo intramuros como hermano.

b. Historia de la literatura hispanoamericana

Si la literatura española es buena, la hispanoamericana no le va en zaga. El siglo XX, el mejor. No tengáis prejuicios y dejad que las letras del continente americano os seduzcan. Todo lo de allí merece la pena. Incluso la tórrida y pesada novela romántica, que tuve que sufrir en mis carnes durante los estudios universitarios, me parece ahora interesante. El toque mágico, su lenguaje florido, una imaginación desbordante, aquel castellano rejuvenecido... qué bien se está en compañía de estos libros, qué sorpresa tan feliz y cuánta dicha inmerecida nos regalan los pueblos hispanoamericanos, tan fecundos como esquilmados, tan poco propicios como esperanzados... España está en deuda con Hispanoamérica. Debemos acercarnos mutuamente, achicar ese océano hasta verlo convertido es un riachuelo que se cruce a pie, convivir y mantener lo original de cada uno. Qué grande pisar tierra nueva y que te saluden con un alegre "Buenos días", como cantándote. Hoy revisaba viejos largometrajes mexicanos: ¡¡qué castellano tan sonoro y musical!!. No dejen de leer nada que venga de allí: la literatura del siglo XIX es muy notable y todo el XX, bueno, una fiesta continua en todos los géneros: novela, cuento, ensayo, teatro, poesía... Y con eso baste.

2. Teoría de la literatura

Esta disciplina, controvertida y muy poco apreciada en España, ha encontrado un lugar destacado en la tradición eslava, germánica e inglesa. La teoría de la literatura tiene, como objeto de estudio, la obra literaria en sí, a partir de la cual ha reflexionado durante largo tiempo. Hoy en día, desde un enfoque multidisciplinar, los alumnos de teoría de la literatura se familiarizan con el análisis y la crítica más allá del propio texto, alcanzando un alto grado de abstracción teórica próximo a la reflexión de los universales. Destacan, entre sus asignaturas, por tanto, aquélla que profundiza en el conocimiento de una teoría general, su historia y la teoría de la propia historia literaria; el estudio de la crítica literaria; la atención a la literatura comparada, casi inexistente en las universidades españolas para infamia propia y escándalo (cuando no escarnio) ajeno; teoría del lenguaje literario y, como una asignatura valiosa y constante en los programas universitarios, la teoría de los géneros literarios. Todo esto, una vez más, en términos generales. Yo destacaría, de entre todas sus asignaturas, la de retórica, pues dota al estudiante de herramientas técnicas fundamentales para un análisis satisfactorio de toda obra literaria.

Reflexiones finales a modo de epílogo

Antes de acabar, me gustaría añadir unas líneas que forzosamente han de ser breves, pero que sintetizan a la perfección el sentir de la comunidad filológica a raíz de la puesta en marcha del Ministerio de Cultura de la desarticulación de las Humanidades del esqueleto universitario. Nos han amenazado con la supresión de la Historia del Arte, de la Filología Inglesa (primer y peligroso paso que anticipa la omisión del resto de licenciaturas de filología) y, cualquier día de estos, también de Filosofía y de Musicología. Sin letras, sin arte, sin pensamiento y sin música: ¿qué quedará entonces del ser humano? Medir el valor de un estudio universitario en función de su rentabilidad estrictamente económica me parece un grave error que no debemos asumir.