El programa "Documentos TV" que ofrece el segundo canal de la televisión pública española desde mediados de 1986 ha emitido hoy un documental necesario para la dormida conciencia europea. "Esclavas del sexo" es el retrato de varias jóvenes eslavas llevadas a Turquía para prostituirse contra su voluntad. Se les considera mercancía que puede comprarse y venderse impunemente.
He escrito sobre este problema en entradas anteriores (v. Prostitución). Hoy quería facilitar el enlace que conecta con el documental emitido hoy en televisión. Desgraciadamente, RTVE sólo ofrece en internet los primeros minutos de emisión, pero son suficientes para que el lector se pueda hacer una idea:
La página de RTVE dedicada al documental:
En el documental participa el investigador Víctor Malarek, autor de un libro titulado Las Natashas tristes. Se llama Natasha, o se entiende por tal, a la prostituta eslava. La semejanza entre esclava y eslava, al menos en este caso, excede tristemente los límites de la paranomasia. Y eso, para vergüenza propia. Resulta interesante la lectura de la entrevista que el señor Malarek concedió al diario español EL MUNDO:
Kailas Editorial publicó Las Natashas tristes en castellano.
Me parece increíble que algunas de estas chicas se prostituyan en calles de España como la Gran Vía. Tenemos el inhumano escaparate de la esclavitud en nuestra propia ciudad. Basta con salir a última hora y darse una vuelta desde Callao hasta la Red de San Luis. Pasas al lado de esas pobres jóvenes y cada una de ellas es la cara de una historia más cruel que las anteriores. Veo pasar a varios hombres de vez en cuando. Ellas se acercan porque están ahí para encontrar clientela y ellos las rechazan con asco, con fingida indiferencia, a veces las desprecian violentamente y sólo unos pocos las miran a la cara y pasan de largo sintiendo lástima. "Hola, guapo", te dicen. Y uno no sabe qué hacer. ¿Qué hacer para que esas chicas puedan vivir una vida feliz con sus seres queridos? Quizá sea mucho pedir. Tal vez las cosas son como son y punto. A lo mejor hay que aprender a resignarse y a aceptar el mundo que nos ha tocado. ¿Dónde están los políticos, los jueces, la voz del pueblo? No todo puede valer indefinidamente.
Natasha salió hoy. Espera junto al escaparate de la Casa del Libro. Mira a sus compañeras. Se acerca a varios hombres. Piensa en su familia. Se detiene unos segundos aburrida en las promociones editoriales que destaca en su escaparate la librería. Se acerca su proxeneta. "¿Qué pasa? ¡Espabila, niña tonta, putita de mierda!" Ella dirá en voz baja "Que te jodan, hijo de puta, cabrón, cobarde". Y, cuando termine la noche, habrá sido violada, porque ésa y no otra es la palabra, ¿quién sabe cuántas veces? ¿Cuántas veces tendrá Natasha que repetir en silencio a su proxeneta "Ojalá te mueras" para que hagamos algo por ella? ¿Esperaremos a que el "Ojalá te mueras" se lo diga a sí misma o moveremos el culo a tiempo? "Me aburro. Tengo mucho tiempo libre." ¡Qué gran frase imperdonable! Lo que podríamos hacer y no hacemos porque no nos da la puta gana...
Natasha es más joven que yo. Podría ser el recuerdo de algún intercambio de estudiantes que uno tenía en la universidad. No hace mucho de eso. Nada más lejos de la realidad. "Hola, guapo" ¡Qué terrible humillación! A veces querría uno ser el oprimido: la vergüenza es una losa muy pesada, pero Natasha no carga con ese peso. La vergüenza la deberíamos sentir nosotros por consentir que esa pobre chica siga ahí. Pasamos de largo, ella se convierte en una anécdota más de nuestra jornada, aunque el día nunca acaba para ella. Así son las pesadillas. Pero sería muy fácil romperla. Sólo se necesita voluntad de acción.
Occidente tiene de su lado la fuerza militar, el peso de la ley, la razón moral y la infraestructura civil, ¿a qué esperamos?