"El mejor relato del mundo", escrito por Rudyard Kipling hará un siglo, contiene, entre otras, estas líneas finales:
"Now I understood why the Lords of Life and Death shut the doors so carefully behind us. It is that we may not remember our first and most beautiful wooings. Were this not so, our world would be without inhabitants in a hundred years [...] Grish Chunder was right. Charlie had tasted the love of woman that kills remembrance, and the finest story in the world would never be written."
Doña Gema Vives tradujo el texto del siguiente modo (v. página 162 de El hombre que quiso ser rey y otros relatos, ed. Taifa, Barcelona, 1986):
"Ahora comprendía por qué los Señores de la Vida y la Muerte cierran las puertas con tanto cuidado detrás de nosotros. Es para que no recordemos nuestros primeros y más bellos amores. De no ser así, el mundo se quedaría sin un solo habitante en cuestión de cien años [...] Grish Chunder tenía razón. Charlie había gustado el amor de mujer, que mata el recuerdo, y el mejor relato del mundo no se escribiría nunca."
Es ese tipo de amor el que impulsa a los hombres a arriesgarse, a probar otra vida distinta a la que han cultivado. Esta mañana revisé El jardinero fiel (The Constant Gardener, 2005). La película muestra la lucha entre varias ongs internacionales y una empresa farmacéutica europea que utiliza a la población marginal de Nairobi como conejillo de indias en las pruebas de un nuevo fármaco. Más allá de esta trama, el largometraje cuenta la historia de amor de dos personas muy diferentes: Rachel Weisz es Tessa, una joven idealista, enérgica y valiente que redacta un demoledor informe contra los intereses de la empresa farmacéutica, industria amparada por los amigos de Ralph Fiennes, quien interpreta a un exitoso diplomático inglés, Justin Quayle.

La escritura, al igual que la jardinería en el caso del personaje de esta película, retiene a ciertos hombres. Sin embargo, para algunos sólo la vida de acción resulta auténtica y por ella están dispuestos a morir. No sé si llega a tanto el hombre de letras de nuestro tiempo. A todos nos consta que, en momentos de dificultad, el escritor de raza da lo mejor de sí. Ahí tenemos a tantos mártires del siglo XX que terminaron sus días en siniestros rincones de este pobre mundo por el que muchos pasaron sin gloria alguna, salvo la de resistir con y sin fe, eso tan necesario para andar el camino del martirio. El personaje de Roth sublima sus desdichas con absenta y otros licores, y, entre vapor y vapor, expía su culpa y dignifica su existencia con un último gesto de grandeza moral, que es la humana. Justin Quayle lo logrará por el amor, ese amor de mujer que probó Charlie, el joven protagonista del relato de Kipling, y, sin embargo, despertará: Quayle despertará al mundo, se abrirá intensamente a la vida y renunciará a ella cuando, lejos del refugio, compruebe que nada merece la pena en ausencia del verdadero amor, uno de los primeros y más bellos, excepto terminar la obra que no pudo acabar Tessa, quien fue para él, sin lugar a dudas, el sentido último de su existencia, la flor principal de su querido jardín.


P.S.- La película se rodó en varios poblados chabolistas de Kenia. Con "poblado chabolista" uno no puede hacerse una idea aproximada de lo que son esos infiernos. La pareja protagonista y el escritor John Le Carré, en cuya novela homónima está basada la película, decidieron abrir una fundación para paliar la miseria de aquel lugar. Más información en su página web: The Constant Gardener Trust. El sitio contiene, además, enlaces que el lector de EL BLOG ILUSTRADO debe visitar sin falta. Nuestra propia dignidad y la vida de millones de seres inocentes están en juego. ¿Cuántos días más podrá el mundo rico mirarse al espejo y no sentir asco por permitir tanta iniquidad? ¿Hasta cuándo durará nuestra autocomplacencia? No somos culpables del mal que cometen otros, pero muchos de nosotros podríamos decir BASTA. Si no lo hacemos, si seguimos mirando hacia otro lado, nos convertimos en cómplices de esa vileza.