[Aviso: Esta entrada contiene información sobre el argumento de la película que quizás usted no desea conocer antes de haberla visto.]
Tierras de penumbra (o, en su inglés original, Shadowlands) fue el título que sirvió a Sir Richard Attenborough para adaptar la novela de C. S. Lewis Una pena en observación. Se rodó en Inglaterra en 1993 y debe su guión a William Nicholson, quien llevó previamente el libro al teatro.
Me imagino que el lector de este blog conocerá bien el argumento, pero tal vez lo haya olvidado parcialmente. Como bien recordará de inmediato, la película cuenta el romance que surge entre el profesor de literatura en Oxford, Clive Staples Lewis, y Joy Gresham, una escritora estadounidense que se instala en Londres con su hijo pequeño. Como es evidente, la obra está basada en hechos reales (por alguna razón que se me escapa, todos llaman cordialmente Jack a C. S. Lewis).
No hay romance en el cine que termine bien. Desconozco la ley que lo exige, pero funciona con inflexible crueldad. Parece que el ser humano estuviera condenado a ser infeliz. Se dice que, por ese motivo, todos recordamos con intensa emoción nuestros amores pasados y, con especial dolor, alguno de ellos.
La esposa de Jack, como bien sabemos todos, fallece tempranamente debido a un cáncer. La relación con Joy había despertado en el profesor una alegría inusitada. Pero será una relación breve. Pronto aparecerá la enfermedad, su lucha y, finalmente, la terrible claudicación ante lo inevitable. Una pena en observación es el recuerdo de aquel amor, una reflexión dolida, el relato de una pérdida. Joy fue muchas cosas para el autor. Fue también la experiencia, esa "maestra brutal" que comenta en un momento de la película, que le hizo ver su equivocación, lo erradas que habían sido todas las palabras pronunciadas hasta entonces en sus célebres discursos acerca de Dios y del dolor.
Si alguien desea familiarizarse con este estilo de cine y, más allá, con la vida reposada de mediados del siglo pasado en aquella pequeña localidad de Oxford, aquí tiene una cinta extraordinaria. Debo señalar que desconozco si el interior del campus universitario era tal y como aparece en la película y tampoco sé si el vagón de tren que aparece en un par de ocasiones coincide con el que se usaba en la época. Por otra parte, nunca tuve la oportunidad de visitar el interior de una casita de campo inglesa. Con esto quiero decir que no sé si la película es un retrato fiel de aquel Oxford lejano ya en el tiempo, pero me imagino que coincidirá bastante con la impresión que todos tenemos de aquél (y eso ya es un logro mayúsculo: al menos, haber creado la ilusión de ser real). Confiemos en que la reputación de los responsables que hicieron posible Tierras de penumbra estuviera, también en esta ocasión, a la altura de su merecida fama. En tal caso, podremos estar seguros de que la realidad se asemejó bastante a todo cuanto hayamos visto en la película.
Permítanme que termine esta entrada citando el pasaje en el que Jack recuerda las palabras que dan título al largometraje. Son parte breve de un supuesto relato del autor:

"Vivimos en tierras de penumbra. El sol siempre brilla en otra parte."