Querría recomendar una película que se estrenó el año pasado y que ahora podemos encontrar en el videoclub. Se trata de Venganza, de Pierre Morel. Su título original es Taken y su actor principal, un lúcido Liam Neeson. La película trata el escabroso tema de las mafias internacionales, la prostitución forzosa y el tráfico de menores.
Liam Neeson está separado de su mujer. Ambos tienen una hija. Ésta vive con ella y su nuevo marido, un multimillonario que intenta ocupar el lugar de Neeson con afecto y lujosos regalos. No adelantaré nada si revelo que a la chica la secuestran en París en compañía de una de sus amigas. Pero los secuestradores han cometido un error: Neeson no es un padre coraje, es la versión civil de Rambo, un agente al margen de la ley, duro e implacable, que no dudará en dejar títere sin cabeza hasta lograr su fin. Y cómo lo disfruta el espectador, tan necesitado de ver que los malos también reciben lo suyo de vez en cuando...
Cuatro imágenes de la película:


A la izquierda, el padre, de visita en casa de su ex; a la derecha, su hija, emocionada tras recibir el consentimiento firmado de Neeson para que se vaya de viaje a Europa.
Neeson encontrará a varias jóvenes en ese lamentable estado de abandono durante la búsqueda de su hija. Las muchachas que son secuestradas son inmediatamente drogadas, violadas y, bueno... A la derecha, un primer plano de Neeson, cara a cara con los malos. Su rostro lo dice todo.
Me pregunto acerca de la venganza. Si puede ser, entre otras, justa, necesaria, ciega y deseada. Creo que el crimen y la represalia son expresiones de nuestra condición humana, pero antes deberíamos conocer su naturaleza. Si se descubriera que el mal es una enfermedad, habríamos alcanzado un logro importantísimo.
Al margen de esto, quise incluir en esta entrada un ensayo titulado Sin conciencia. El inquietante mundo de los psicópatas que nos rodean, de Robert D. Hare (editorial Paidós). Cuesta leer algunas cifras, por otra parte optimistas, que ofrece el libro: en la ciudad de Nueva York viven aproximadamente cien mil psicópatas y dos millones en los EE.UU. No todos son asesinos y muchos nunca pisarán una cárcel. Pueden ser el buen vecino, el médico de prestigio, la maestra de sus hijos, tal vez usted mismo. Son seductores, narcisistas, mentirosos, fríos... Pueden arruinar la vida de quien se cruce en su camino. Nuestros profesores, en una clase de cuarenta alumnos, probablemente estén educando a varios de ellos.
¿Cuántos de estos desposarán a hijas queridas? ¿De cuántas niñas se abusará terriblemente hoy en el mundo? ¿Cuántos seres amados perderemos para siempre? Si nos ponemos en la piel de personajes como el que interpreta Neeson, todos comprendemos su reacción y puede que también la aplaudamos. En una sociedad más ordenada, tal vez no; sin embargo, el nuestro es un mundo turbulento donde el brazo ejecutor no restituye a las víctimas, pero condena sin piedad a los infractores.
Crimen, castigo y conciencia... Parece que no hayamos avanzado nada en mucho tiempo.