domingo, 6 de septiembre de 2009

EL NIÑO SETECIENTOS

Con motivo del 70 aniversario del inicio de la invasión de Polonia, esta semana se han reunido en Gdansk los representantes políticos de veinte naciones. Angela Merkel, presente canciller de Alemania, subrayó la gravedad de los actos cometidos por su país. En cambio, Vladimir Putin, aunque condenó el pacto Ribbentrop-Molotov, silenció los actos cometidos por el ejército soviético en tierras polacas, que sí mencionó, en cambio, Lech Kaczynski, actual presidente de Polonia, al recordar la tragedia de Katyn, lugar donde el ejército rojo asesinó a miles de oficiales polacos y enterró después en inmensas fosas comunes.

Coincidiendo con este encuentro institucional, también esta semana se ha recordado el viaje en tren que 669 niños hicieron durante el verano de 1939 desde Praga hasta el Reino Unido. Una huida de 1300 kms hacia la libertad. El responsable de esta remesa humana fue un joven empleado de banca llamado Nicholas Winton, hoy Sir después de que su esposa descubriera un álbum con recortes de prensa que aquél guardaba en casa y, preguntando a su marido, conociera la historia que había ocultado a todos durante décadas. La mujer dio a conocer los hechos y Nicholas Winton fue condecorado. Hoy se le conoce como el Schindler inglés.

En 1938 Winton tenía la intención de pasar el próximo verano en Suiza, pero la invasión de Checoslovaquia unos meses después y la llamada de un amigo pidiendo su auxilio desde Praga le hicieron cambiar de parecer. Antes de que los alemanes pudieran capturar a cientos de niños judíos, el inglés encontró suficientes familias de acogida en el Reino Unido para todos aquellos. Así pues, la labor de Nicholas Winton logró que 669 niños pudieran sobrevivir y escapar al horror del holocausto. Muchos de los protagonistas de esta historia viven aún: una veintena de los niños salvados, hoy ancianos, repetirieron esta semana el viaje que iniciaron hace sesenta años. Un tren a vapor salió de Praga este martes y, cuatro días después, llegó a la estación londinense de Liverpool, donde los estaba esperando Nicholas Winton, que acaba de cumplir cien años. La noticia ha sido publicada en numerosos diarios. Aquí puede leer la del Telegraph.

Quince mil niños checoslovacos fallecieron en la II Guerra Mundial, pero un joven de treinta años salvó a seiscientos sesenta y nueve. Es una lección para los jóvenes de nuestro tiempo. La fuerza de la voluntad sí mueve montañas. Ojalá viviéramos en una sociedad menos anestesiada. Si hoy Diógenes saliera en busca de un hombre honrado con su linterna a plena luz del día, las autoridades lo ingresarían en un centro psiquiátrico, los medios de comunicación anunciarían el suceso entre bromas y todos consideraríamos la ocurrencia como propia de un loco. Salvar cientos de vidas también lo parece hoy. Por eso vivimos en tiempos de miseria humana, más oscuros que la adversidad a la que se enfrentó nuestro arrojado Nicholas. Qué a propósito le viene el nombre, por cierto.

Un amigo judío me pregunta por qué los aliados nunca bombardearon las vías del tren que conducían a los campos de concentración. Todos sabían que millones de personas morían en esos recintos. Era un hecho sabido por los militares. ¿Por qué no se bombardearon aquellas vías? No tengo ni creo que tenga nunca una respuesta a esa sencilla y terrible pregunta.