viernes, 11 de septiembre de 2009

VÍCTIMAS Y VERDUGOS

Hace unos días, un grupo de adolescentes pretendió tomar la comisaría de Pozuelo de Alarcón, el municipio con mayor renta per cápita de España. Para los menores que participaron en el ataque sólo se trataba de un pasatiempo. Puede leerse una crónica del suceso en la web del diario El País.

La sociedad, alertada por la violencia gratuita e injustificable de los menores de edad, se pregunta qué está fallando. Los medios han recogido esa preocupación y han dedicado varios programas y debates a estudiar las causas del conflicto. La conclusión es siempre la misma: la negligencia moral, la desestructuración familiar, el consentimiento y la impunidad de los delitos, el consumo excesivo de alcohol y otras drogas, el fracaso escolar, etc.

La raíz del problema, según yo lo veo, es triple: familiar, sanitaria y social.

La patria potestad es una obligación que los padres incumplen con mayor frecuencia cada día. Recuerdo una anécdota lamentable: cierto día un alumno al que daba clase me invitó a su fiesta de cumpleaños. Iban a ir todos los compañeros del curso. Yo le pregunté si no iba a festejar el día con sus padres. El joven me respondió que ellos aprovechaban para marcharse, pero que le dejaban la casa y un buen fajo de billetes. Creo que sobran las palabras. Por supuesto, no pidan responsabilidad a esos padres si algún día su hijo comete alguna barbaridad. Total, cómo iban a sentirse responsables de nada, si ellos nunca estaban allí. Otros padres se van de fiesta el fin de semana y dejan al niño completamente solo. ¿Les suena el caso de Madeleine McCann? ¿Cómo es posible que un matrimonio deje a sus hijos pequeños durmiendo en una habitación de hotel y se marchen a cenar con unos amigos? Incomprensible...

Hace poco se debatía en España el derecho de los homosexuales a contraer matrimonio. Supongo que pronto se reivindicará la paternidad. Lo que yo me pregunto es si hay personas que realmente la merezcan. De hecho, tener un padre y una madre no es garantía de nada. Hay personas que sencillamente no deberían ser padres. Escuchamos casi a diario tantos casos de abandonos crueles que la costra nos empieza a hacer insensibles a tanta atrocidad. Bebés dejados en contenedores de basura, niños maltratados, hijos secuestrados en un sótano por sus propios padres, endogamia... Son casos extremos que conllevan letales consecuencias. Y aquí quería llegar: si reducimos la violencia de estos ejemplos, advertiremos secuelas menos dramáticas, v. gr., si un hijo necesita la atención de unos padres que permanecen ausentes, el joven puede reclamarla degenerando en actitudes violentas como las que hemos visto en Pozuelo. Dudo mucho de que un chico que se sienta querido por sus padres busque el coma etílico cada fin de semana. Los padres han olvidado que son ellos los responsables de las acciones de sus hijos. No disculparemos su error, pero tampoco debemos pasar por alto que esa amnesia revela carencias en los padres como hijos que anteriormente fueron. De ello se deduce una triste conclusión: cuando nuestros adolescentes crezcan, la atención con sus hijos será aún peor que la que ellos recibieron de los suyos.

Por otra parte, ¿qué hay del problema sanitario? Viendo el caso de Marta del Castillo, muchos podrían pensar que hay gente mala por naturaleza. ¿Puede una persona tener todo a su favor y, no obstante, actuar con vileza? Se desconocen miles de trastornos mentales. Es un hecho sabido por los psiquiatras. ¿Quién puede garantizarnos la bondad innata del hombre después de haber visto tantas desgracias inexcusables?

Finalmente, el problema social. Otros podrán considerarlo un asunto político. Si uno viaja a un país ordenado como Dinamarca, Holanda o Suecia, pronto se dará cuenta de que no existen altercados sociales. Allí donde no se ha logrado el mismo status, en cambio, sí se dan numerosos conflictos. Sería un adelanto decisivo que España alcanzara un sistema social similar al de los países escandinavos. Los violentos sucesos ocurridos en Francia, cuando cientos de jóvenes salieron a las calles para incendiar coches y destrozar numerosos bienes públicos, evidenciaron que la diferencia de clases genera tensión social. Además, alimenta un defecto humano: la envidia, que suele degenerar en rabia y ésta, a su vez, en violencia.

Supongo que el mundo está demasiado revuelto y que este desorden es el responsable de estos estallidos de agresividad. Las revoluciones, el recurso inmediato para una solución lenta, nunca han dado buen resultado. La última, creo, fue el comunismo y resultó un desastre.

Al final, todo es más simple de lo que parece. Somos animales. Nuestras necesidades son pocas: amor, protección, comida, refugio, seguridad, confianza... Y luego las exigencias van aumentando con los años. ¿Les suena la Pirámide de Maslow? Supongo que tener vecinos más guapos, ricos, inteligentes o sanos puede afectar a más de uno, aunque, en realidad, lo que indicaría ese síntoma es la carencia de aquello que envidiamos del prójimo. Estoy pensando ahora en Casa tomada, de Cortázar, y en La oveja negra, de Calvino. ¿Qué ocurriría si la despensa de todos los hogares estuviera repleta de víveres? Probablemente no codiciaríamos la del prójimo o, en todo caso, saldríamos a robarla mientras otro roba la nuestra, como en el caso del segundo relato.

Sería prudente y necesario explicar al joven violento que el mundo no siempre es perfecto. No hay que prender fuego a una comisaría ni agredir a un vecino porque no tengamos la misma suerte que los demás. En ocasiones, las diferencias no son fruto de la injusticia, sino de la propia naturaleza. Aprender esa lección es tan importante como luchar por una sociedad más ordenada y pacífica, por la felicidad de quienes hoy se sienten víctimas y equivocadamente terminan convirtiéndose en verdugos.

Por poner la primera piedra, que es muy distinto de lanzarla, estaría bien que dejáramos de considerar "pijas" a las familias con más recursos económicos, "holgazanes" a quienes no tienen empleo, "putas" a las que disfrutan de su vida íntima o "raros" a los que no pasan por el aro. Hay muchos pijos que se dejan la piel en sus trabajos y así contribuyen a la sociedad (son excelentes médicos, abogados, ingenieros, empresarios, etc.) y también hay quienes están en el paro no porque se pasen el día en el bar quejándose de su suerte, sino porque muchas veces uno no encuentra su sitio o la sociedad se olvida injustamente de nosotros.

De igual manera que nos ofende la prosperidad de algunas familias, no nos quedamos atrás al juzgar su felicidad sentimental. ¿Es necesario llamar puta a una mujer que busca a su pareja ideal? ¿No le escocerá a quien la critica, en todo caso, que ella lo logre y que, además, lo pase bien en su búsqueda? ¿Qué daño hace mientras no se meta con nadie?

Y así tantos otros ejemplos que uno podría contar...