viernes, 23 de mayo de 2008

LOS HIJOS DE LA DROGA (ENTRADA NUEVAMENTE REVISADA)

Cuando los periodistas alemanes Kai Hermann y Horst Rieck investigaban en 1977 la muerte por sobredosis de una joven berlinesa de tan solo catorce años, Babette D. "Babsi", no imaginaban que sus pesquisas les conducirían a la amiga íntima de Babsi, Christiane Felscherinow, una adolescente precoz de imaginación despierta, gran personalidad y vivo discurso. De aquella investigación, de múltiples testimonios y de las entrevistas a Christiane y a su entorno familiar nació un libro que fue inmediatamente traducido a diversos idiomas. Se tituló Christiane F. Wir Kinder vom Bahnhof Zoo (en español se tradujo libremente como Hijos de la droga). Al poco tiempo de salir al mercado la primera edición alemana, el director Uli Edel decidió adaptar el texto, que no es una novela en sí, y hacer la versión cinematográfica.

A continuación, un par de imágenes tomadas de la película y varios comentarios:

Título de la cinta al comienzo de los créditos y primer plano de la protagonista, Christiane, papel interpretado por Natja Brunckhorst. El largometraje narra la vida y sucesiva caída a los infiernos de la drogadicción de esta niña de trece años y del grupo de amigos que conoce en la discoteca Sound. Estos frecuentan la estación de metro Zoologischer Garten, (de ahí el título: "Cristina F. Nosotros, niños de la estación del zoológico") uno de los puntos neurálgicos de la compra y venta de droga en el Berlín de los setenta y ochenta. La película se ha rodado con una frialdad de quirófano tanto delante como detrás de la cámara. Es el retrato descarnado de un viaje sin rumbo que termina trágicamente. En esta crónica no hay lugar para la misericordia porque es la vida misma, cruel y violenta. Si bien la protagonista salva la vida milagrosamente, no así varios de sus amigos. [Sería interesante comparar Christiane F. con Lilja 4-ever para averiguar qué las diferencia, sobre todo el modo en que se abordaron ambas, cómo trataron sus directores una problemática similar. Insisto en que me sobrecogió la frialdad de la cinta alemana, sin duda, su rasgo más sobresaliente.]

En la foto de la izquierda, Christiane, con su novio Detlev (Thomas Haustein). Es éste quien la introduce involuntariamente en el mundo de la heroína. Christiane, enamorada de Detlev, comienza a imitarlo. Siempre va a su encuentro. Quiere probar y experimentar las mismas cosas que él. A la derecha, la pandilla de amigos a la salida de la discoteca.

La madre de Christiane busca a Detlev en la estación de tren después de haber encontrado a su hija inconsciente en el suelo del lavabo de casa. No se entiende bien por qué razón no llama a una ambulancia para que un médico examine a su hija en el hospital. Resulta increíble la actitud de la madre: no sé qué sorprende más de su actitud, si el candor con el que ignora lo que le está pasando a su hija o su indiferencia. De hecho, en la escena siguiente, después de haber econtrado la jeringuilla, aquélla deja a Christiane en la cama. Su estado físico es lamentable, pero la madre desaparece de escena. ¿Cómo se entiende esto?

Ahora solos en casa, Detlev y Christiane pasan la noche en la habitación de ésta. Juntos intentarán desengancharse de la heroína. Las dos imágenes forman parte de una durísima y larga escena que muestra a los adolescentes en pleno síndrome de abstinencia. Después de horas de terrorífico sufrimiento, a Christiane le sobreviene un violentísimo vómito con sangre (hematemesis), sin duda uno de los momentos más dramáticos de la película. Sería interesante que pasaran estas escenas en las aulas, especialmente ahora que España se ha convertido en uno de los países donde más se consume cocaína y heroína. Habría que decir que Christiane empieza tomando drogas sintéticas y fumando marihuana. Los especialistas médicos están cansados de repetir que el consumo de pastillas y marihuana, ya de por sí peligroso para la salud, supone sólo la primera etapa de la drogodependencia y que de ahí se salta a otro tipo de sustancias de las que ya es muy difícil salir. Tal es el caso de los chicos de este film.

Hacia el final de la historia, Christiane acaba de cumplir catorce años. No es una noticia feliz: siendo tan joven, ella ha entregado ya su vida a la heroína. Necesita urgentemente dinero. Para conseguirlo, ha desvalijado la casa de su madre y se ha visto obligada a prostituirse con adultos. En la escena de la izquierda, vemos a un joven en los lavabos públicos que acaba de arrebatarle la dosis a Christiane y que se inyecta la aguja en el cuello en presencia de una aterrorizada anciana que no acierta a comprender lo que está viendo. A la derecha, la imagen de la desolación, la verdadera cara de la heroína, el punto muerto de una espiral que se aleja cada vez más de la vida. Uno se pregunta dónde está la madre de esta chica en esos momentos, dónde el resto de la familia, sus vecinos, los servicios sociales...

La noticia de la muerte de Babsi, la amiga de Christiane. El titular reza así: "Berlins jüngste Drogentote. Sie war erst 14!" ("La víctima por sobredosis más joven de Berlín. ¡Ella tenía solamente 14 años!").

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Báilame el agua es el título de una película española que se estrenó en el año 2000. Su pareja protagonista estuvo formada por los excelentes Unax Ugalde y Pilar López de Ayala. Está basada en una novela que lleva el mismo título y que fue escrita por el joven Daniel Valdés (Calambur Narrativa).

Christiane F. y Báilame el agua comparten varios puntos, pero no son películas idénticas. En el caso de la española, se refleja la actitud rebelde de cierta juventud española de clase media (media-alta). Los dos jóvenes deciden emprender una vida nueva lejos de sus padres, quiero decir, han optado así, aunque la jugada les va a salir muy mal. En el caso del largometraje alemán, los jóvenes de Bahnhof Zoo no han elegido. Viven lo que les ha tocado vivir y lo aceptan, aunque su actitud sorprenda al espectador. Ellos no escogieron su vida, sino que les vino impuesta por las circunstancias. Para sobrellevarla, se refugian en la marginalidad y caen en el abismo de las drogas. No sé si el espectador de Báilame el agua, después de ver la película, se pregunta por qué razón la pareja protagonista decide dar ese rumbo a su vida, pues en el hogar no les falta de nada. Los muchachos de Christiane F. se han visto arrastrados por la corriente. Son víctimas. Pero quién o qué les conduce pendiente abajo. Ahí está la tesis (si es que la hay; en cualquier caso, se deduce inmediatamente) demoledora de la película alemana: el estilo de vida de la sociedad moderna. Y los males de esa cultura son los matrimonios rotos, los hogares vacíos, la insolidaridad de las gentes, el anonimato en la ciudad, la falta de ilusión y expectativas del individuo, la carencia de los valores tradicionales y un largo etcétera que todos conocemos bien. Hoy la familia no habla, apenas coincide en casa. Los matrimonios no aguantan, tal vez porque la pareja se equivocó al casarse tempranamente o porque el egoísmo moderno no soporta cortapisas ni sacrificios, y la unión que se consumó años atrás y que dio a luz a uno o varios hijos ya no existe. Desgraciadamente, los niños pagarán las consecuencias de esa negligencia. Son las víctimas de sus progenitores. Los niños de la estación del zoológico caen en el mundo de la droga por eso. Ésa es la denuncia. En la vida de los niños vemos la consecuencia de todos los vicios de la sociedad adulta. ¿Qué más da enfocar la historia narrando las vicisitudes de un hijo ignorado por sus padres que contar la vida de unos padres irresponsables que se olvidaron que debían cuidar a su hijo? La primera opción siempre es más humillante para los adultos, pues son de ellos las faltas y las carencias de sus hijos. El director hace responsable a la madre de Christiane de lo que le sucede a ésta.

Hoy en día millones de niños han sido abandonados a su suerte. Lo sabemos todos: en los países del Este se drogan con pegamento, duermen junto a las alcantarillas y algunos se prostituyen para poder comprar más pegamento; en China miles de bebés son abandonados en ornafanatos terroríficos donde no reciben nunca una caricia, donde nadie les canta una canción, donde jamás un adulto les consuela; en África los niños empuñan fusiles, matan y se drogan o caminan con prótesis en las piernas porque pisaron una mina mientras jugaban en el campo y en Hispanoamérica, como en tantos países de Asia, los niños juegan a un juego que no entienden y que, si sobreviven a él, les marcará de por vida... el problema es que la prostitución infantil no es ningún juego. Tampoco lo es trabajar durante todo el día cargando ladrillos o cosiendo bonitos balones de fútbol con los que nunca se jugará porque se han cosido para otros niños más afortunados. Niños todos a los que se les robó la infancia, la ilusión y la inocencia; en definitiva, el derecho a ser niños. Sin duda alguna, ése es el mayor crimen que ha perpetrado el ser humano. Lo pagaremos caro.

También sabemos que aquí, en el lado próspero del mundo, muchos niños sufren abusos en la escuela, en casa, en la calle... Niños que desconfían de sus padres, desamparados, que encontraron una falsa compañía en el televisor, vejados por personas anónimas en internet, estafados por sus seres queridos, ignorados y torturados por sus compañeros de juegos, solos, más solos que la una, pensando en suicidarse con tal de acabar con su infierno, los niños miserables de la clase media... y los de la clase baja y la alta... porque en todas partes cuecen habas. Pero de eso escribiré otro día.

Dos enlaces: comprar el dvd de Christiane F. en alemán y/o comprar el libro en alemán.

Un saludo a los lectores de EL BLOG ILUSTRADO.