Cito unas líneas de la introducción al "Libro de la Sadiburía" (La Santa Biblia, Ediciones Paulinas, 9ª edición, Madrid, 1991, pág. 928) que me han llamado la atención:
"Como ha puesto de relieve Wright, el libro ha sido compuesto utilizando la divina proporción o regla áurea, que nació como norma de proporcionalidad en la arquitectura y luego se extendió a otras artes, e incluso a la literatura. La extensión de cada una de las secciones del libro se halla en proporción matemática con el resto según la siguiente fórmula: m (m+M)=MM, donde "m" es cada una de las secciones menores del libro y "M" cada una de las secciones mayores. Una sección mayor puede ser, a su vez, sección menor de otra sección más amplia. Las secciones han sido delimitadas por el autor utilizando el procedimiento de las inclusiones, con lo cual podemos establecer la siguiente estructura del conjunto del libro:[Y, a continuación, se citan las distintas partes que cualquiera podrá encontrar en la edición de la Biblia que tenga más a mano]"
Me pareció un dato curioso que desconocía por completo. Al margen de esto, querría incluir las primeras palabras con las que arranca el Libro:
"Amad la justicia los que gobernáis la tierra"
Uno ya no piensa que haya hombres apartados de Dios, sino del más mínimo principio de rectitud y honradez. Ved, amigos, cuán lejos se encuentran las personas a las que hemos confiado el destino de las naciones. No me resisto a pensar qué ocurrirá si un día decidieran fallarnos todas. ¿Qué deberemos hacer nosotros a continuación?
Me gustaría recomendar la lectura del libro bíblico "Qohélet", "Palabras de Qohélet, hijo de David, rey de Jerusalén" o, como se lo conoce más popularmente, "Eclesiastés". La interpretación de la voz Qohélet ha provocado numerosos quebraderos de cabeza a los investigadores. La tradición lo asumió como pseudónimo de Salomón. Pero, como diría aquél, "vete tú a saber"... En cualquier caso, sus diez páginas merecen nuestra atención. El lector podrá ubicar muchas expresiones célebres que hoy en día se utilizan en cualquier circunstancia, pero de las cuales se desconoce su procedencia (y es que, una vez más, tan solo habría que leer a los clásicos, que no son tantos como parecen, para estar al tanto de muchas cosas que se nos pasan por alto), o pensamientos repetidos desde entonces hasta la saciedad. Por ejemplo: "Vanidad de vanidades; todo es vanidad", "no hay nada nuevo bajo el sol", "[Hay] un tiempo para callar y un tiempo para hablar; un tiempo para amar y un tiempo para odiar; un tiempo para la guerra y un tiempo para la paz" o "Dios nos pedirá cuentas de todas nuestras acciones, buenas o malas, aun de las que hayamos hecho en secreto". El tono es desesperanzado, como el de un hombre que duda del valor de la vida, negando con ello no sólo la existencia, sino también a Dios.