Acerca de la relevancia que generalmente se concede a un texto en prosa por el número de sus páginas, pensé que el cuento no es inferior a la novela, sino más breve. Los teóricos de la literatura y varios escritores han aventurado ideas sobre las características formales de una y otro. En el terreno del cuento literario, quizá la aportación más célebre del pasado siglo sea la de Julio Cortázar. Hay quienes se escandalizan al escuchar que la diferencia entre novela y cuento se debe sólo a la extensión y afirman, a veces algo encolerizados, que son muchas otras características las que entran en juego. Bueno, puede ser.
A todas esas contribuciones, habría que añadir que un escritor no está limitado por la extensión de su escrito, sino por el alcance de su inteligencia. Inteligencias hay varias. En literatura debemos tener en cuenta la inteligencia propiamente dicha, aquélla que se creía exclusiva del ser humano hasta hace poco y es la que nos permite razonar; la emocional, que podría llamarse moral, y, definitivamente, la de la imaginación. No creo que la narración de un escritor sea superior a la de otro porque lo aventaje en volumen. La relevancia se mide por la calidad, no se pesa en una báscula. El mejor escritor en lengua española de los últimos tres siglos ha sido Jorge Luis Borges y éste no escribió ninguna pieza superior a las diez páginas.
La literatura cumple varias funciones. La principal ha de ser la del entretenimiento, de ahí que otorgue más importancia a la imaginación que al resto de las facultades del escritor; no obstante, de nada valdría un texto si no ha pasado por un filtro: el moral. ¿Sería bueno que un humorista, por ejemplo, se valiera de su ingenio para ofender a alguien con bromas de mal gusto? Creo que no. Por lo tanto, el escritor también debe ser bueno en el sentido moral. Y, por último, se agradecería que el autor demostrara en su prosa cualidades de orden racional. En definitiva, que el escritor sea inteligente en diferentes niveles.