Comprar, tirar, comprar es un documental basado en el concepto "obsolescencia programada", es decir, en la vida útil de los productos que utilizamos. Ésta ha sido determinada por el fabricante. Las máquinas, quién sabe si esto es extrapolable al ser humano, funcionan perfectamente, salvo improbable defecto de fabricación, hasta que un chip u otro demiurgo tecnológico decide lo contrario. Así ocurre, como muestra el documental, con una impresora, una bombilla, la batería de un teléfono móvil o una media de nylon.
El actual sistema de consumo, basado en la producción ilimitada, parece no haber reflexionado sobre el impacto que los residuos infinitos pueden tener en un planeta forzosamente limitado. ¿Qué ocurrirá cuando no haya sitio suficiente en nuestro planeta para guardar toda nuestra basura? A nuestra generación le ha tocado empezar esa respuesta.
El documental opone al concepto capitalista de producción constante de bienes efímeros la visión programada del estado comunista. Esta dicotomía no es acertada porque enfrenta dos sistema económicos en vez de ofrecer soluciones nuevas y eficaces a un problema diferente.
Veo, detrás de todo esto, el mismo problema de siempre: la psicología humana. La solución me parece, por ahora, evidente: llegar a un término medio. Mientras se busca un sistema mejor, suavizar el actual adoptando medidas, si no resolutivas, sí necesarias. ¿La vida útil de un ipod es de dos años? Bien, que sea de diez. Si no te gusta esa idea, vale, no compres un ipod; pero, si lo haces, que tengas la garantía de que te va a durar una década. ¿Que hay un problema de residuos? De acuerdo, hagamos productos que se puedan reciclar o reutilizar sin costes elevados para la economía ni para la naturaleza. Etcétera. Por supuesto, que existan alternativas de bien comunitario. Por ejemplo, que las bombillas de uso doméstico duren 10 años, pero las que se emplean en hospitales o escuelas multipliquen su vida varias décadas. En definitiva, que haya un equilibrio entre la producción, que genera riqueza, y la sostenibilidad. De ese modo paradójico, reduciendo el consumo y la producción, todos ganaremos mucho: el fabricante, la garantía de continuidad que le rentará beneficios en años venideros; el usuario, la de haber adquirido un producto fiable durante mucho tiempo.