Hoy me he dado cuenta de que ésta hace la entrada 500 del blog, aunque sólo he publicado 311. Las 189 restantes permanecen en la bandeja del borrador. Me imagino que también eliminé juiciosamente otras tantas.
Un amigo quiere empezar una bitácora por sugerencia de un locutor de radio en cuyo programa participa desde hace unos meses. Me ha pedido que le ayudara a pensar un nombre para su página. Los dos nos dimos cuenta de que resulta muy difícil encontrar un rótulo disponible con su correspondiente url. Dentro de no mucho tiempo va a ser una tarea ímproba.
A mí no me resulta difícil dar con un título, pero no me valen más de dos o, como mucho, tres opciones (y, al final, siempre dudo entre la primera o la segunda, que suele ser una enmienda de la anterior). Probablemente porque me sea impuesto de un modo inconsciente o, en cierto sentido barojiano, diríamos que cumplo un destino. Yo prefiero afirmar que me viene dado. No lo pienso, más bien se me aparece. Supongo que las cañerías de la consciencia trabajan a destajo para sorpresa de la persona que, no sin cierta perplejidad, acepta el resultado con dócil mansedumbre. Así me llegó, por supuesto, el nombre de este blog. Lo pronuncié en silencio igual que alguien repite algo que ya estaba escrito. Cerebro mágico.
El problema actual es que debemos renunciar a ese destino literario simplemente porque alguien se nos adelantó. No se admiten, por ahora, dos url iguales. Además, EL BLOG ILUSTRADO (BIS) no es algo que nadie quiera poner en la cabecera de su web personal. Se puede agudizar el ingenio, espoleado por cierta malicia de marketing, y rotular EL VERDADERO BLOG ILUSTRADO, lo que me hace recordar un texto con el que muchos aprendimos alemán hace años. La historia de un dentista que llega a la ciudad y pone un cartel en la calle para atraer clientes. Al poco llega un nuevo estomatólogo y abre su consulta en la misma calle. Decide colocar su propio anuncio en la puerta haciendo creer a los vecinos que éste es mejor. Tiempo después se instala otro profesional y copia el proceder de sus antecesores. La publicidad pasa de algo como "El mejor dentista del país", "El mejor dentista del continente", "El mejor dentista del mundo" a "El mejor dentista de esta calle". Al final el último se lleva el gato al agua.
Volviendo a Baroja y sus memorias, recuerdo que en algún sitio dice que hay personas que pudieron desarrollar su talento gracias a que llegaron en el momento oportuno. ¿Cuántos de nosotros no se habrán malogrado por haber llegado tarde al mundo? Es decir, ¿cuántos contemporáneos tendrán el mismo espíritu de un Cristobal Colón, una Marie Curie o un Louis Pasteur? Uno ya no puede descubrir, aunque sea accidentalmente, el continente americano. Un logro idéntico que no tendrá la menor repercusión. Resulta algo desesperanzador.
Alguno de los nombres que hemos pensando mi amigo y yo eran realmente hermosos y ajustados al contenido de la futura web. Lo más frustrante es entrar en los blogs que ya tienen esas direcciones y comprobar que el responsable escribió solo un par de entradas y lo abandonó hace años, o bien que su contenido no se ajusta ni remotamente al nombre que escogió.
Si internet prospera, y parece que vino para quedarse, o nos inventamos un sistema distinto para acceder a los millones de páginas web que se van almacenando ya o ciertas url tendrán que revisarse al cabo de un tiempo. A este paso le van a tener que poner derechos de autor al propio copyright. En las búsquedas de Google podrían convivir varios sitios con idéntico nombre. Para la desambiguación bastaría con añadir alguna identificación posterior. En ese sentido, el subtítulo obra milagros. ¿No creen?
Como una entrada sin foto no es lo mismo, me despido hoy de ustedes poniendo esta simpática imagen de algún rincón vienés. El tipo de la derecha parece que fuera a hacer un home round dándole a la señal de prohibido el paso mientras el de la izquierda dice: "Por mis huevos que la atrapo". En fin, las estatuas también se aburren. Digo yo.