domingo, 18 de febrero de 2007

KÖLLE ALAAF!


Queridos lectores:

Cuarenta días después de la Navidad, si la memoria de cuanto he leído durante estos últimos días a propósito del Carnaval no me falla, el pueblo celebra unas fiestas de origen incierto, que bien podría ser pagano, pero que nosotros hemos cristianizado, y que consiste en una serie de festejos burlescos, desfiles y excesos gastronómicos y etílicos cuya finalidad aún no comprendo muy bien. Me temo que las personas (o muchas de ellas) que lo celebran, tampoco.

Hay cosas en este mundo que aún miro con perplejidad y que me incomoda no entender en absoluto. Hace ya tiempo que decidí leer sobre todo aquello que desconociera, pues la respuesta suele encontrarse en la biblioteca. Como ahora toca el Carnaval, busqué algún libro relacionado con el tema. Y encontré dos que desearía recomendar:


El primero es el mejor de los dos. Se titula El carnaval y lo firma Julio Caro Baroja. La edición que he consultado es de la editorial Taurus, aunque es antigua. Hoy existe una recién publicada por la editorial Alianza. Digamos que el lector encontrará todo cuanto quiera saber al respecto. Su lectura es muy entretenida y se nota que el autor sabe de qué escribe. Yo, dado que me debo a otras obligaciones, no he tenido tiempo de leerlo a fondo, pero me han bastado un par de capítulos para dejarme maravillar por esa prosa tan directa y cautivadora de J.C.B. Divulgación al cubo, queridos amigos. Yo me pienso comprar un ejemplar y leerlo con calma más adelante.

El segundo se titula también El Carnaval. Lo escribió Claude Gaignebet. Debo confesar que no he entendido mucho de lo que he leído. Es algo confuso, tal vez debido a su alto nivel, pero algunas de sus explicaciones me han llamado tanto la atención que no he podido dejar de recomendarlo para los amigos de EL BLOG ILUSTRADO. El autor, por ejemplo, dedica unas páginas al estudio de la gastronomía típica del Carnaval, relacionando ésta con los juegos y disfraces habituales de estas fechas y todo ello con ritos y prácticas ancestrales que tienen que ver con ciclos de "fecundación" que la tradición cristiana reinterpretó a su modo. El pasaje es glorioso:

"En el Carnaval se utilizaban más gustosamente los guisantes fritos, "piquerés"; y esta costumbre es lo bastante antigua para que desde los siglos XII y XIII las farsas y sotties [disparates] hubiesen tomado el nombre genérico de "jeux des pois pilés" [juegos de los guisantes machacados]. La primera obra francesa, Le Jeu de la Feuillée, de Adam de la Halle, ya hace alusión a ello. El sentido exacto dado a estos alimentos en el seno de las cofradías de jóvenes debe ser visto a través de sus disfraces favoritos: vestido de mujer, preferentemente de vieja, imitando a la viuda de Carnaval. Caramantran, al que se mataba el Martes de Carnaval, iba acompañado en el camino a la hoguera por un hombre disfrazado de Vieja, su (futura) viuda, grotescamente desconsolada. Por otra parte, esta "viudad" pronto debería tener un hijo. Se procedería de la manera siguiente: vestido de mujer, el maestro de la cofradía se atracaba de alimentos flatulentos que hacían que se le hinchase dolorosamente el vientre. Recordemos que, según los textos pitagóricos, se necesitan cuarenta días para que el haba se desarrolle como un embrión en el interior del hombre. El ciclo cuarentenal funciona aquí una vez más. Cuarenta días después del haba de los Reyes, llegamos a febrero, en pleno período de Carnaval, y más precisamente a San Valentín, lo que nos autoriza a considerar al Niño de Carnaval como el hijo espiritual del rey del haba. Al cabo de cuarenta días, el Abad de la Juventud, la Madre loca, daba a su vez, simbólicamente y analmente, nacimiento a sus cofrades: a los locos, a los necios que había incubado". La cita se cierra con una nota a pie de página: "Los nacimientos espirituales de los que tanto se habla en los Evangelios y en san Pablo, deberían ser estudiados de nuevo desde esta perspectiva".

En nuestra tradición, la española, las referencias al Carnaval son muy antiguas. Puede decirse que la más célebre es la del Archipreste de Hita, quien imagina una lucha entre las fuerzas de don Carnal y la Cuaresma. Les incluyo un enlace directo al texto:


La pintura también ha tratado el tema desde antiguo. Ahora me vienen a la memoria dos cuadros célebres. Uno es de Bruegel; el otro, de Goya:

Detalle de El combate ente el Carnaval y la Cuaresma (1559), en el Kunsthistorisches Museum de Viena


Fijense en las figuras principales, Don Carnal y Doña Cuaresma:



Éste personaje disfrazado que acompaña a Don Carnal me ha parecido muy pintoresco:



Nada en la pintura de alta calidad, en el Arte bien entendido, es gratuito. Este cuadro esconde muchas referencias clásicas que el ojo del espectador actual no reconocerá. Las Humanidades son muy útiles, pues su estudio nos enseña algo de nosotros que las Ciencias por sí solas no pueden responder: nuestro pasado y nuestra cultura. Antes escribí que sentía un cierto desasosiego cuando presencio o me toca vivir (aunque sea de pasada) algo que no comprendo y cuyo origen y función desconozco. Bueno, el estudio de las maltrechas Humanidades da luz a estas interrogantes. Saber quiénes somos y a dónde iremos está muy bien, pero desconocer cada vez más de dónde venimos y qué hicimos en el pasado es una peligrosa tendencia cada vez más acusada en nuestra sociedad. Esta desmemoria equivale a un suicidio, pues desconocer el lugar de partida nos obliga a replantearnos el sentido de nuestro camino y la razón de buscar una meta. No olvidemos que Cristo libró nuestra alma de la rueda estoica, pero no nuestra carne de los ciclos y rutinas que vuelven sobre nosotros en este mundo sujeto a calendarios, festividades, ritos, siembras y cosechas. Es así: olvidarlo resulta peligroso. Quien quiera saber más sobre la pintura de Bruegel tiene a su alcance una extensa bibliografía, no tanta como uno querría, pero más que suficiente. El problema es que ésta se encuentra en otros idiomas y generalmente data de mediados del siglo XX o antes. Claro que existen volúmenes ilustrados de gran categoría, pero a un precio prohibitivo. Una vez más, queridos lectores, les insto a que acudan a sus bibliotecas. Tal vez encuentren la siguiente obra:

o
Entierro de la Sardina, de Goya, conservado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid


Dicen que el artista reflejó esta imagen para denunciar la hipocresía de cierta clase social de su época. Nada tan acertado como una farsa. Pero volvamos un instante más a la literatura, esta vez a la de comienzos del siglo XX. Supongo que muchos de ustedes recordarán un título mítico de las letras castellanas: Martes de Carnaval, de Ramón María del Valle-Inclán. La obra está compuesta por tres breves esperpentos independientes: Las galas del difunto, Los cuernos de don Friolera y La hija del capitán. Si en la primera asistimos a la desmitificación de la figura de Don Juan y de su universo, en la segunda pieza descubrimos la imagen de un mundo transformado grotescamente donde la acción protagonizada por ese "fantoche trágico", don Friolera, termina cuando éste mata a su hija creyendo que se trata de su mujer. La representación de La hija del capitán, por motivos de censura, no vio la luz hasta 1930, cuando, bajo el nombre genérico de Martes de Carnaval, el autor recoge las tres obras y las publica satisfactoriamente. Fíjense, queridos lectores, cómo actuaron las fuerzas del orden público:

"La Dirección General de Seguridad, cumpliendo órdenes del Gobierno, ha dispuesto la recogida de un folleto que pretende ser novela, titulado La hija del capitán, cuya publicación califica su autor de esperpento, no habiendo en aquél ningún renglón que no hiera el buen gusto ni omita denigrar a clases respetabilísimas a través de la más absurda de las fábulas. Si pudiera darse a luz pública algún trozo del mencionado folleto sería suficiente para poner de manifiesto que la determinación gubernativa no está inspirada en un criterio estrecho o intolerable y sí exclusivamente en el de impedir la circulación de aquellos escritos que sólo pueden alcanzar el resultado de prostituir el gusto, atenuando las buenas costumbres"

Se supone que La hija del capitán es una denuncia descarnada de la dictadura militar del general Primo de Rivera.

Y, bien, llegados a este punto, me imagino que muchos de ustedes se preguntarán qué significa "Kölle Alaaf!". Es el grito de guerra que se pronuncia tres veces al comenzar el Carnaval de Colonia (Alemania). De todas las ciudades centroeuropeas y me atrevería a decir que de toda Europa, a excepción del celebrado en la ciudad italiana de Venecia, creo que el Carnaval de Colonia es el más simpático y llamativo de cuantos existen (los de Cádiz y Tenerife hay que darlos de comer aparte, por supuesto: esos son un anticipo de lo que encontrará el afortunado que dé con sus huesos en el lejano Brasil). Todos los festejos tienen una secreta intención, como la de comenzar el once de noviembre a las once de la mañana, el "Elfer Rat", etc. No seré yo quien se lo desvele. Les invito a que acudan un año y se lo pregunten en voz baja a algún entendido (la mayoría de los alemanes lo desconocen también). Bueno, qué demonios, venga, se lo cuento, pero que nadie se entere:

"Die Zahl Elf ist das Symbol der Narretei. Sie symbolisiert die Einheit im Karneval. Sie stellt die Eins neben die Eins als Zeichen der Gleichheit aller Narren. Jeder Jeck unter der Narrankappe sollte eine selbstständige und gleichberechtigte Person sein. Die Elf hat auch einen politischen Bezug. Seit der Französischen Revolution steht ELF für E = Egalité, L = Liberté und F = Fraternité (Gleichheit, Freiheit und Brüderlichkeit). Diese Deutung ist für Köln, das lange unter französischer Besatzung lebte, maßgebend. So wurde die Elf schon fast zu einer magischen Zahl in Köln und im Karneval. Auch das Kölner Wappen weist elf Flammen auf, die allerdings auf die elftausend Jungfrauen zurückgehen"

Yo un día me puse un albornoz y las chanclas de ir a la ducha, me colgué una esponja y un champú y salí a la calle aterido en compañía de un grupo de amigos que iban, Santo Dios, a cuál más ridículo, pero es que, durante el Carnaval, quien no se disfraza de algo, aunque sea improvisado, sí hace verdaderamente el ridículo. Lo pasamos en grande. Recuerdo que pedí caramelos y el destino me concedió, después de veinte minutos en balde gritando "Kamellen! Kamellen!", ironías del destino, un paquete de salchicas que tomé al vuelo creyendo que se trataba de un delicioso chocolate. Los amigos se partían, claro. ¿Qué iba yo a hacer, vegetariano, con un paquete de salchichas? La suerte me sonrió pasado un rato: del desfile, una joven muy apuesta se desvió de la trayectoria y me regaló, aparte de un preciado dulce de esos que se dan muy de cuando en cuando, un beso y una sonrisa. Así se las gastan en Colonia... Y yo tan feliz, claro. Si no se animan aún a visitar el Carnaval de Colonia, les recomiendo que echen un vistazo a estas páginas web:

http://www.karneval.de/ Un enlace para aprender de qué va todo.
http://www.koeln.de/tourismus/karneval/ La sección del Carnaval de Colonia.

En el último enlace, econtrarán información sobre el Rosenmontagszug, que se celebra hoy 19 de febrero, sin duda lo más grande del Carnaval y lo que todos los ciudadanos y turistas esperan ilusionados. Equivale, salvando las distancias, a nuestra Cabalgata de los Reyes Magos. No se pierdan la sección de fotografías. Así se harán una idea del ambiete que reina en la ciudad. Yo, en 2008, regreso. El motivo de este año es "Mir all sin Kölle" ("Todos somos Colonia"). Bueno, que disfruten de la "quinta estación del año"...