Camino por una plaza muy concurrida de una gran ciudad, no importa cuál. Esa mañana he quedado con una amiga a la que he acompañado a realizar unos trámites burocráticos. Todo más o menos en orden. Vamos en dirección a una bonita cafetería con un mirador desde el que se puede divisar todo el casco antiguo. Entonces algo llama mi atención: alguien hace ruido a mi izquierda. Giro la cabeza: un hombre en camiseta de mangas pide limosna. Es trágico, pero habitual. Lo grave es que no tiene brazos y sujeta un vaso de plástico con la boca. En el vaso hay monedas que mueve frenéticamente. Balbucea algo: probablemente algo repetitivo y sin sentido para él. Se me quitan las ganas de muchas cosas. Al instante se le cae una moneda al suelo que consigue atrapar con un pie, pero nadie, a pesar de que todos lo hemos visto, se acerca para agacharse y recoger esa moneda por él. ¡Nadie! Sigo caminando y dejo a ese hombre atrás, pero me persigue su imagen en mi recuerdo. No se puede imaginar el dolor de esa persona. ¿Habrá una madre en el Cielo que llore por su hijo? ¿O ni siquiera eso? Dejé a ese hombre atrás y no me acerqué hasta él para recoger su moneda ni para mirarlo un instante a los ojos. Otro más digno lo hará, pero no deja de roerme en la conciencia ese ruido de las monedas y la certeza de que el sufrimiento es, tal vez, la única realidad de este mundo. Otro día deberemos pedir explicaciones a todos los responsables que permiten este tipo de atrocidades. ¿Es que nadie va a cambiar nada nunca? Ahora recuerdo que a Cristo lo crucificaron como advertencia: "Mirad lo que somos capaces de hacerle al Hijo de Dios. Imaginad qué no os haremos a vosotros". Esos tipos malos... qué ganas les tengo.
Amplío las líneas de esta entrada con la incorporación de un enlace que me pareció conmovedor. Ojito con la industria farmacéutica: http://es.catholic.net/sacerdotes/202/482/articulo.php?id=29756 Y, bueno, claro: el vídeo en Youtube de Tony Meléndez con Juan Pablo II: http://www.youtube.com/watch?v=klvsmXColzQ Siempre hay esperanza para muchos. Ojalá la haya para todos algún día. El factor humano es importante, pero yo investigaría más la línea científica: qué caray, ¿acaso algo más humano también que el adelanto del saber y de la ciencia? A ver si nuestros políticos se dejan de escrúpulos seudomorales y permiten la investigación con células madre. Si el milagro está "en levantar la mano", ¡qué milagro no será darle una a quien nunca la tuvo!