domingo, 1 de abril de 2007

UNA DE CINE


Me llama la atención que, después de llevar unos meses con el blog, no haya escrito practicamente nada sobre cine. Creo que las películas me gustan más que los libros. Salvo excepciones, creo que aquéllas superan a los otros: son un arte más perfecto, más acabado. Cuando uno lee, por ejemplo, ¿qué banda sonora acompaña la lectura de los renglones aparte de la voz que los lee? Algunas de las más grandes recreaciones cinematográficas de los clásicos de aventuras no serían nada si no se apoyasen en la imaginación de un escritor extraordinario. El sustrato fílmico, por lo tanto, es deudor de la empresa literaria; no obstante, la película siempre va más allá que el libro. Algunos textos son ingeniosos y nos hacen reír a carcajadas, pero no siempre la maestría de un gran escritor puede compararse con la chispa repentina de una escena magistral en la gran pantalla. El cine permite la yuxtaposición de planos: la literatura, que se construye con palabras, es tan lineal como la propia lengua (un punto a favor más del cine). La literatura exige mucho al lector; el cine, muy poco: quien toma un libro en sus manos debe adoptar una postura, prestar atención, mostrarse activo y dar por hecho que todo lo que va a leer lo comprende; en cambio, el espectador es pasivo, puede ponerse cómodamente a sus benditas anchas y da igual si conoce el nombre y la utilidad de la mitad de las herramientas de un barco pirata: ya está el sabio director ahí para enseñárselo todo nada más se nombre. Por ejemplo: ¿quién sabe qué es una "braza" y qué ocurre si ésta es "arrancada de su perno" o qué significa "mantenerse a sotavento"? Cuando el narrador nos dice que "desde el frente de la toldilla gritó el contramaestre", ¿quién sabría explicar qué es una toldilla y qué papel cumple un contramaestre en un barco? ¿A qué hace mención un marinero si éste grita: "¡la cubierta se larga! ¡El barco se libra!"? Y estos son ejemplos bastante sencillos: ¡imaginen la descripción somera de la cubierta de un buque o la narración de una batalla naval! En Piratas del Caribe o Master and Commander: al otro lado del mundo, por citar un par de ejemplos modernos, esas dudas son asunto de mínima consideración. Si leemos algún clásico literario, como El negro del Narcissus, de Joseph Conrad, todas esas preguntas exigen una respuesta. El diccionario nos da la respuesta, pero rompemos el ritmo de la lectura y ello acaba con la magia del instante, de la escena trepidante que dejamos a medias. Por eso las salas se llenan para ver a Russell Crowe, pero las librerías agonizan porque nadie quiere leer los avatares de James Wait, el negro del Narcissus que da nombre a la novela de Conrad. Los puristas afirmarán que hay algunas recreaciones cinematográficas infieles, que los vestuarios y la decoración no se ajustan a la realidad y que la escenificación de los hechos resulta patética. El cine también es cultura, pero hoy en día se convirtió en puro espectáculo y a nadie le importa si las calzas de los romanos son como las que aparecen en Ben Hur o no.

Esta semana he recibido una importante remesa de libros. Entre los muchos títulos, el ya citado de Joseph Conrad. Ayer compré un DVD: Lord Jim, protagonizada por un pletórico Peter O´Toole y dirigido por el célebre Richard Brooks, responsable de otras magníficas producciones: A sangre fría, Dulce pájaro de juventud o La gata sobre el tejado de Zinc. Creo que van a volver los clásicos que han cubierto, desde hace años, esa franja tonta de la sobremesa del fin de semana que ninguna cadena ha sabido muy bien cómo tratar (y menos mal que así ha sido). Gracias a ello, en cadenas como Telemadrid se han podido ver los mejores clásicos de aventuras de todos los tiempos. A partir de ahora, EL BLOG ILUSTRADO recordará algunos de esos títulos inolvidables de cuando en cuando. Así todos podremos recordar glorias pasadas que siempre han estado ahí, en el lugar que suelen ocupar los clásicos por derecho propio.

.. .. .. .