martes, 13 de noviembre de 2007

UN SINÓNIMO DE FELICIDAD




La librería madrileña El Aleph tiene una vista magnífica al Templo de Debod. El establecimiento es de reducido tamaño y hace esquina. No pasé adentro muchas veces, quizás he comprado allá uno o dos libros, pero es una felicidad haber andado tantas veces por delante del viejo escaparate repleto de libros y pensar "aún sigue ahí". Yo, en Madrid, acudo a otras librerías, bien por necesidad, bien por cercanía. Lo que me gusta de El Aleph en concreto es su nombre, que me hace recordar. No sé si el destino me otorgó la dicha de la escritura, pero fue generoso al concederme imaginación para soñar las novelas que otros podrán escribir mejor que yo. ¿Qué les inspira esa fachada?

Yo podría imaginar que hay un hombre de mediana edad. Es tímido, tuvo un gato y habla en voz baja. Probablemente domine innumerables lenguas, algunas ya olvidadas. Tiene un trabajo de funcionario en un departamento anodino de una gris delegación de Hacienda. Acude allí porque le da la plata necesaria para vivir, aunque su verdadera dedicación es otra. Este hombre lee muchas horas al día. Pasa el tiempo en distintas bibliotecas de la ciudad y toma apuntes en un viejo cuaderno que cambia de cuando en cuando. Son notas breves: un tributo a la erudición. El hombre humilde encarga libros al dependiente de El Aleph. Da igual el título: siempre llegan al cabo de una semana o dos. Ninguno pregunta. Así se sucedieron los días durante años. Sólo el librero conoce qué se esconde tras la vieja puerta chica al fondo, en la esquina. Diré que comunica con una escalera angosta que baja a un sótano de proporciones descomunales. Y que allá se aloja algo que escapa al entendimiento humano. Tal vez la librería sea sólo eso. Parece una linda historia. ¿Cómo continuará? Bueno, me voy a la cama, quizá Morfeo me conceda el placer de seguir la trama por mí. Si recuerdo el sueño, mañana se lo cuento a ustedes.

Un saludo y gracias por seguir leyendo EL BLOG ILUSTRADO.