"Oh, Pan querido, y demás dioses de este lugar, concededme el ser bello en mi interior. Y que todo lo de mi exterior esté en armonía con lo que hay en mi interior." (Sócrates en Fedro, 279b)
Distingamos hermosura de belleza: la primera se limita a la armonía de las formas; la segunda, a la nobleza del alma. Si Sócrates fue feo, de entre todos los griegos no hubo nadie que le igualara en nobleza y, por lo tanto, deberíamos llamarle "amable". Y el buen hombre siempre será digno de ser amado. Frente a la belleza superficial, que a todos nosotros nos conceda Pan y el resto de los dioses un alma grande y pura, y que la bondad de nuestra alma esté en paz y consonancia con nuestro exterior.