Uno nunca puede prever todo. Volví a comprobarlo hace años, nada más conseguir mi carné bibliotecario para el Philosophikum de la Universidad de Colonia: nadie podía pasar a la biblioteca con libros, abrigo, paraguas o mochila alguna. Todo eso debía depositarlo antes en alguna taquilla situada a la entrada. Los días de lluvia resultaban fastidiosos porque había que meter todo junto y, bueno, pueden hacerse una idea. El caso es que las taquillas carecían de candado, así que había que hacerse con uno lo antes posible. Y no crean que resultaba fácil. Ahí el extranjero comprobará una diferencia notable entre España y Alemania. En Colonia me costó encontrar una ferretería. No hay negocios pequeños en los bajos de las casas. En su lugar, viviendas. La gente vive con la persiana bien subida y sin cortinas a ras de calle. El pequeño negocio no existe. No como en España, claro, donde uno se puede topar con dos farmacias, tres sucursales bancarias, una panadería y cinco Starbucks sin cambiar de acera. Pero di finalmente con un pequeño local en una zona muy popular de la ciudad. Aún conservo el candado. De hecho, después de mi regreso, por aquello de no abandonar del todo aquella vida boreal, llevé mi candado colgado de un lateral de la cartera hasta que un día me dije que aquello resultaba ridículo. Hoy vi el candado de nuevo: mi viejo Burg Wächter Karat 217/30 "Made in Germany". Y aún sigue dando guerra:
waechter.de/WGBurgWaechter/ProdukteBurgWaechter.nsf/contentByKey/FNIN-5CHJQU-DE-p