La vida es breve y, al menos durante una buena parte de la misma, merece la pena vivirse y vivirse, además, con una cierta y mesurada alegría.
Acabo de enterarme de la repentina muerte de una joven modelo kazaja. Ruslana Korshunova cumpliría hoy veintiun años; pero, hace unos días, se arrojó desde una ventana de su apartamento neoyorquino. Aunque aún no se ha aclarado el motivo del trágico suceso, todo apunta a que Ruslana se suicidó. Se han sugerido varias posibilidades: la soledad, la mafia rusa y/o un conflicto personal.
Dejo a un lado la hipótesis de la mafia y me centro en las siguientes: la soledad y el conflicto personal.
El mundo de la moda somete a personas aún inmaduras a un tipo de vida que muy pocas personas pueden soportar con indolencia. En la mayoría de los casos, ¿quién lleva y mantiene ese submundo? Locos. ¿Cuál es el resultado de vivir bajo el gobierno de un puñado de locos? La locura. ¿Y qué es propio de los locos? El suicidio. No hay más que ver la galería de excéntricos, por ser suave con el calificativo, que labran su imagen social escándalo tras escándalo en los programas televisivos de este país. Drogas, prostitución, dinero... malas compañías. Ahora crecen como setas esos programas de lapidación social, cámaras indiscretas, nominación sms y febril sexualidad entre cortinas. Lo peor es que uno pregunta a los jóvenes qué quieren hacer con su vida y la respuesta es unánime: salir en Gran Hermano o en Operación Triunfo. El caso es que estos engendros de inmoralidad son muy rentables excepto para sus víctimas. Los focos no calientan eternamente, el paso del tiempo no lo borra el botox y hay quien no puede con el anonimato después de haber saboreado la gloria efímera de una portada, de la pasarela de quita y pon, del glamour del canapé en la embajada y del resplandor de aquella juventud perdida. Es un drama. Peor suerte corren quienes llevan mal ese mundo ficticio y sucumben. La joven Ruslana no lo soportó.
¿Qué joven soporta el desarraigo? ¿Quién puede cambiar de la noche a la mañana y abandonar unos saludables hábitos para convertirse en nómada, en esclavo del anonimato que la habitación individual depara (por mucha suite que sea) a su triste y solitario huésped? ¿Quién puede mantener la máscara eternamente delante de los focos y fingir ser quien no se es? Demasiadas desgracias que no merecen la pena. ¿Fama? ¿Quién la quiere? ¿Fortuna? ¿En manos de alguien sin criterio? ¿Éxito? A juzgar por el final de muchas personas, ni personal ni social, más bien una ruina de vida. Eso le espera al que se sube a esa montaña rusa.
Sumemos a esa desgracia que la persona que la padece es psicológicamente inestable. La adolescencia es para muchos un momento de crisis. Durante los años que lleva la forja de una personalidad adulta, hay quien se enreda y hay quien se pierde. El entorno inestable predispone negativamente al sujeto. Si éste, para colmo de males, cultiva el halago ajeno y se reserva las guindas del desprecio para sí mismo, sólo podremos esperar un pronto y amargo final. Algunos recogen unas declaraciones recientes de la modelo kazaja en las que se deduce que estaba pasando una etapa de tristeza. Tristeza disimulada. Pero es bien sabido: los que se quitan la vida no avisan. Quizás esas palabras fueran el canto del cisne, el grito de una agonía que nadie supo interpretar a tiempo. Que descanse en paz.
Escribía al comienzo que la vida merece la pena. Y así es. A pesar de las dificultades, aun cuando todo parece ponerse cuesta arriba, cuando nos abraza la desdicha, si vemos el futuro en el fondo de un pozo oscuro, bah, igual mañana cambia todo. Las enfermedades pueden curarse, la soledad no dura eternamente y el dinero llamará a nuestra puerta si trabajamos con honradez y sabemos gastar lo justo. Cubiertas las necesidades, disponiendo de tiempo y gozando de una salud razonable, ¿qué necesidad hay de complicarse la existencia con pensamientos negativos?
He visto repetidamente a tantas personas sufrir de lo lindo aun teniéndolo todo a su favor que ya me cuesta creer que los desfavorecidos tengan alguna posibilidad. Sin embargo, todos siguen adelante. Mientras conservemos la esperanza, hay posibilidades. La fe es el as que guardamos en la manga para jugarnos la vida en la última ronda. Siempre todo puede cambiar. Es posible ser feliz y confiar en el futuro. Son las exigencias modernas las que nos arrastran consigo. Convendría que a muchos nos enseñaran a renunciar.
Nadie lamenta más que un famoso la pérdida de su anonimato, nadie reconoce estar más solo que el que vive rodeado de multitud de rostros anónimos, nadie conquista la felicidad detrás de sueños ajenos ni nadie es tan pobre como aquél que teme perder bienes inútiles... Quisiera, pues, aspirar a la mediocridad. No hacer daño a nadie, ayudar y ser ayudado, vivir en paz con todos y conmigo, no ver nunca más el dolor ajeno y desterrar definitivamente el mío, ser valiente para aceptar que todo inicio tiene un final y, entre tanto, poder descubrir los pequeños y grandes tesoros que aguardan detrás, siempre detrás. Esta canción me inspiró esta noche. Dulces sueños.
P.S.- Extraña y sorprendente página web.