domingo, 7 de junio de 2009

LA CONSTRUCCIÓN DE UNA IDENTIDAD


Si la abstención en los últimos comicios para la elección del Parlamento Europeo ha superado el cincuenta por ciento del electorado de la Unión, ¿quién ha ganado y quién ha perdido realmente en las urnas?

Habría que pensar cuál es el perfil de esa mayoría sin representación. Probablemente una parte de la misma sea antisocial, lo que no es malo, e incluso considere que la democracia es otra aberración más del hombre civilizado. Los habrá en ese gran grupo que piensen que los políticos son elegidos para administrar las cuestiones públicas propias de su cargo y que, sin embargo, aquellos siempre se autodenominan "gobernantes" cuando, en realidad, es tarea de cada uno el gobierno de su persona, de lo que se deduce que aquellos llamen dictadores y tiranos a estos. También encontraremos a quien opine que la abstención era la única o la mejor opción moral que se le ocurrió. Puede que muchos no hayan votado porque, siguiendo un principio de decencia, no sabían a quién sufragaban ni qué elegían con su voto. Los habrá descontentos con las circunstancias (de las que harán, sin duda, responsables inmediatos a los propios políticos). A estos últimos tampoco les faltará razón: da vergüenza ajena ver la sala parlamentaria completamente vacía cuando debería estar llena de políticos trabajando al servicio de los europeos, sentimiento que empeora cuando conocemos los sueldos que ganan mientras todo el continente soporta una gravísima crisis económica.

¿Dónde está el político culto, honrado, responsable, resuelto, sensible y trabajador que los europeos merecemos? ¿Cuándo los políticos mirarán por el interés de los ciudadanos antes que por el suyo propio? Sinceramente, creo que esta casta parasitaria ha usurpado la voluntad de los votantes, se han convertido en liendres monetarias, en avaros usureros que codician la posición política para ser servidos y no para servir. Tipos ignorantes y rudos, a veces cultos y perversos (lo que supone un peligro mayor) que rapiñan igual que sabandijas el bien ajeno. Entre estos, especialmente, los que representan, en principio, a los más desfavorecidos. Que no se extrañe nadie: la mayoría de los ciudadanos europeos desprecia a los políticos.

Habrá quien considere que estas palabras son una proyección comprensible de nuestros políticos nacionales y que, por lo tanto, son injustas. ¿Sí? ¿De veras? ¿Qué pasa con los escándalos del partido laborista, con las fastuosas orgías romanas, con el derrumbe social de las repúblicas eslavas o con el auge de la extrema derecha en Holanda? ¿Y ésta es la tierra de felicidad, el primer mundo, la imagen a imitar? Pagarán justos por pecadores, pero es que Bruselas se parece cada día más a Sodoma que a la capital política de la Unión Europea.

Si algún día los europeos desean formar parte de una verdadera estructura global, habrá que aceptar que una única nación debe contar con una sola lengua y una cultura nueva. Mientras soportemos el peso de veintisiete identidades nacionales y veintitrés lenguas oficiales, el sueño de la Unión Europea sólo será un triste espejismo.

El idioma hace patria, también es cultura y divide a los que la comparten del resto. Tampoco podemos imaginar que esa estructura pueda dar cobijo a diferentes religiones, pues una religión es un código de conducta. Donde no hay orden, ¿cómo puede haber garantía de estabilidad? Entre iguales la convivencia es difícil, imaginemos cómo sería entre personas tan diferentes. La única forma de lograr la cohesión de todos los habitantes es creando algo completamente nuevo. Hay que partir de cero.

También se podría reflexionar qué tenemos en común todos los países de la Unión Europea. Quizá buscando en las raíces, encontrásemos una solución alternativa. Estoy pensando en la Europa que hablaba latín y abrazó el cristianismo como religión. Creo que nuestra sociedad está muy lejos ya de esa imagen. Probablemente se nos impondrá el inglés como lengua común oficial (lo que favorecerá a unos ciudadanos en detrimento de la mayoría) y la división con la Iglesia aumentará, aunque no debemos olvidar el crecimiento exponencial del islamismo en la UE y el problema de la cuestión turca.

Somos nosotros los que decidimos ahora el futuro de Europa. A nosotros nos tocó levantar los pilares. Más que un privilegio, me parece una terrible responsabilidad. De nuestro éxito depende el bienestar de las siguientes generaciones. Si no acertamos ahora, a la primera, será difícil dar luego marcha atrás.

Hoy, viendo una película en la tele, en concreto Los últimos días del Edén, pensé que el mundo moderno que hemos heredado y que damos de comer con mimo cada día es un colosal artificio que se va alejando paulatinamente de la realidad.

¿No sería mejor una vida más humilde y respetuosa con la naturaleza, basada en la alegría y el esfuerzo; un mundo donde la ciencia y el espíritu no entrasen jamás en confrontación; una existencia alejada del materialismo y de la economía, de la competición entre humanos, sin humillaciones ni sometimiento, sin logros sociales y también sin dinero; un lugar donde vivir no fuera motivo de miedo y donde todos pudiéramos morir sin dolor? Habría que erradicar del hombre el egoísmo, la cobardía, su impulso destructor, el sentimiento de la envidia y todo cuanto hace de él un animal violento y peligroso para sí y para el resto de sus vecinos. Parece una utopía.

Para mí Europa es algo que le quedaba demasiado grande a un niño que escuchaba fascinado canciones en inglés, que miraba la fotografía de unos muchachos alemanes en la portada de su libro de gramática mientras pensaba cómo serían sus vidas. Europa quedaba muy lejos e internarse en sus numerosos países parecía un viaje lleno de aventuras y peligros más propio de héroes que de simples mortales. Yo pertenezco a la primera generación de estudiantes que recibieron una beca para estudiar en el extranjero. Cuando uno vive lejos de su casa y pretende convivir con personas distintas, entiende bien cuáles son las verdaderas barreras que obstaculizan el día a día. Ahora vivimos un momento de expansión, de apertura. Deberemos suplir todas nuestras carencias con paciencia y respeto mutuo al prójimo. No obstante, en el futuro deberemos pensar en lo que apunté más arriba: una lengua, una cultura y una nación. Eso ya lo tienen en Hispanoamérica; pero, o bien no se dieron aún cuenta, o bien no pueden crear algo juntos. Tal vez les dé igual o puede que yo esté equivocado. Sé, al menos, que no existe ninguna "Alianza de las Civilizaciones". Va a ser difícil crear ese espacio común en Europa.

Entre otras cosas, para mí Europa siempre será esto: Madness "Our House", Buggles "Video Killed the Radio Star".