sábado, 22 de mayo de 2010

FALSIFICACIONES

Manuel Vicent ha publicado hoy en el diario EL PAÍS un artículo titulado "Van Meegeren, la vanidad del falsificador". Puede leerse el texto pinchando aquí.

Su autor, además de otras excitantes anécdotas relacionadas con la venta de obras de arte, cuenta la historia del mejor falsificador (conocido) de Vermeer, un supuesto pintor de tercera categoría condenado a muerte por su país tras el final de la II Guerra Mundial: Van Meegeren. Invito a los lectores de este blog a que lean el texto del señor Vicent. Aparte de breve, resulta muy ameno.

Recuerdo la emoción que me produjo ver La lechera, de Vermeer. Nunca sabré si aquel cuadro es o no auténtico, como insinúa el artículista en el último párrafo, pero tengo muy claro que, original o copia, aquel lienzo era una obra de arte y despertó en mí una gran admiración. El Rijksmuseum cuenta con otras excelentes piezas, probablemente tan atractivas como las de Vermeer. Mi preferida es Molino de viento en Wijk bij Duurstede, de Jacob van Ruisdael. Las divertidas escenas de Jan Steen o los interiores de Adriaen van Ostade son otro atractivo añadido a las salas de Rembrandt.

Si mi experiencia en Amsterdam fue grata, la visita al Mauritshuis en busca de La joven de la perla resultó decepcionante. No por el museo, que es extraordinario (los lienzos de Cornelis Troost fueron la sorpresa más divertida del día), sino por los tres cuadros de Vermeer: el ya citado, Vista de Delft y Diana y sus compañeras, el mejor para mi gusto. La joven de la perla no transmite ninguna sensación: es un cuadro oscuro y no tiene el brillo de La lechera. Vista de Delft me dejó algo frío. No sé si Proust vio el original, pero el que yo observé durante un buen rato en La Haya no me pareció digno de la valoración del escritor francés.

¿Vemos siempre los cuadros originales cuando visitamos las grandes pinacotecas del mundo? En tal caso el viaje habrá merecido la pena. Probablemente deba dar una segunda oportunidad a Vermeer. A lo mejor ese día me dieron el cambiazo para obligarme a rectificar la próxima vez. En cualquier caso, sean o no los auténticos, algunos lienzos pueden cambiar nuestra vida de un modo insospechado. Y, si no, que se lo digan a los protagonistas del artículo de Manuel Vicent.