Bibliotecas llenas de fantasmas (Des bibliothèques pleines de fantômes, Éditions Denoël, 2008), de Jacques Bonnet, es un breve ensayo acerca de los hombres que han dedicado su vida a coleccionar miles de libros. Es también un texto sobre esas inmensas bibliotecas privadas. La primera edición española, publicada por la editorial Anagrama, es de abril de 2010.
La bibliomanía es el término con el que nos referimos al gusto exagerado por coleccionar cientos de títulos. Se trata más de un culto al objeto en sí, a lo material, que a su contenido. De hecho, algunas bibliotecas contienen más volúmenes de los que su dueño puede leer. Por eso se cree que esta afición esconde algún mal psicológico (bibliomanía significa exactamente 'obsesión por los libros'). A mí no me gusta esa consideración y, aunque comparto el criterio, prefiero el nombre de bibliofilia, que es 'el amor por los libros'. Pero, claro, en su exceso reside irremediablemente la enfermedad. Por otra parte, el bibliófilo no amontona pilas de volúmenes, es más selectivo y, sobre todo, focaliza su interés en cierto tipo de libros con unas características muy concretas.
El texto de Bonnet cuenta un montón de anécdotas jugosas. La de Fernando Pessoa, que abre el libro, me ha parecido floja. Tampoco me han interesado los pasajes en los que habla de su biblioteca ni cuando menciona a tantos autores desconocidos. El ensayo se divide en nueve capítulos más el prólogo. "Decenas de miles de libros", "Bibliomanías", "Guardar y ordenar" y "Prácticas de lecturas" me han gustado mucho. "Leer las imágenes" y "Fantasmas de biblioteca" también se leen con placer. Bonnet descubre varios libros interesantes al lector (algunos de reciente publicación): La casa de papel, de César María Domínguez; Cómo hablar de los libros que no se han leído, de Pierre Bayard; La carne, la muerte y el diablo en la literatura romántica, de Mario Praz; Estudios sobre iconología, de Erwin Panofsky o Libros en llamas: historia de la interminable destrucción de bibliotecas, de L. X. Polastron, cuyo título me hizo recordar la obra de Fernando Báez Historia universal de la destrucción de libros.
Me quedo con muchos pensamientos. Citaré cuatro, no necesariamente en orden ni tampoco los mejores:
Sin preparación, sin conocimientos, sin lectura, en arte "no se ve nada".
Sólo la pared de mi dormitorio en la que se encuentra la cabecera de la cama ha quedado siempre libre debido a un viejo trauma: me enteré, hace muchos años, de las circunstancias en las que murió el compositor Charles-Valentin Alkan, apodado el "Berlioz del piano"; lo encontraron muerto el 30 de marzo de 1888, aplastado por su biblioteca.
Siento la necesidad de tener a mi disposición todos los libros y todas las pinturas, músicas o películas como otros tantos elementos de libertad interior.
El libro es la valiosa materialización de una emoción, o la posibilidad de sentirla algún día, y separarse de él sería correr el riesgo de crear un grave vacío.
... ... ... ...
Yo también comparto la idea de que una biblioteca, cuanto más completa mejor, es una garantía para su poseedor, un seguro que da paz al que por naturaleza es inquieto de espíritu y, por lo tanto, tiene un deseo ávido de satisfacer su curiosidad. Ese fervor por el conocimiento, esa imperiosa pulsión intelectual es la que lleva a ciertas personas a rodearse de libros y, con suerte, de personas que le puedan ofrecer una conversación a la altura de su biblioteca. Llenar las paredes de una casa con miles de libros no es una tarea caprichosa: es una de las ocupaciones más entretenidas y fascinantes que conozco.