domingo, 2 de mayo de 2010

LOS LADRILLOS DE LA BIBLIOTECA JUVENIL (ENTRADA REVISADA)

Publica hoy el diario EL PAÍS en su suplemento dominical un artículo de Rosa Montero titulado "Cómo convertir El Quijote en un ladrillo". La autora relata la conversación que mantuvo con un joven profesor de Literatura. Éste lamentaba que sus alumnos de ESO y Bachillerato tuvieran que leer a su edad clásicos como La Celestina o el Cantar de Mio Cid.

Comparto la queja, pero no queda otra solución. La enseñanza obligatoria no comienza a los treinta años (desgraciadamente). Por lo tanto, en algún momento de su adolescencia los alumnos de ESO y Bachillerato deberán conocer los textos clásicos de nuestra literatura. Es posible que El Quijote no se digiera bien a los dieciséis años, pero ¿cuándo se estudiará si no? También podríamos reprochar al profesor de Matemáticas o al de Física que sus alumnos no tienen la madurez suficiente para aprender el temario de sus respectivas asignaturas. ¿Qué hacemos con los chicos entonces? ¿Nos conformamos con leerles cuentos y luego meterles en la camita hasta las cinco de la tarde?

No vería mal que se añadiese una hora de lectura diaria dedicada a los clásicos juveniles. Por otra parte, la actual asignatura de Lengua y de Literatura debería dividirse: por un lado, el temario de lengua; por otro, el de literatura. Lo mismo en el caso de Geografía e Historia, Física y Química, y Geografía e Historia. En Literatura, excepto en Bachillerato (y sólo por la exigencia de la prueba de Selectividad), prescindiría de exámenes. Es más importante leer con el alumno que forzarle a memorizar listas de autores y títulos. La literatura es como la música o la pintura: siempre lo más valioso es conocer la obra.

Sí es posible leer El Quijote y otros muchos títulos a los catorce años. Para ello se necesita un ambiente escolar saludable, estímulo familiar, acuerdos sociales en materia educativa y buenos recursos al alcance de todos.