domingo, 9 de mayo de 2010

LO MORBOSO

¿Logrará la ciencia entender todos los actos humanos? Llegados a ese punto, ¿perderemos algo de nuestra humanidad? A fin de cuentas, tal vez un poco de ignorancia no esté del todo mal. Debo reconocer, no obstante, que en otras ocasiones pienso lo contrario: si el conocimiento es hermano de la verdad, que es un bien deseado y, por otra parte, la salud es buena en sí misma, solo una consecuencia de la enfermedad podría hacernos preferir la ignorancia y desear la insania. Verán por qué pienso esto...

Imaginemos que un día se demuestra que algunas manifestaciones que teníamos por bellas son, en realidad, la expresión de una enfermedad. Así un poema o un cuadro pasarán a considerarse síntomas de un trastorno del mismo modo que hoy el sueño lo interpretamos como un indicio de cansancio. Entonces, una vez sanado el hombre, éste no vuelve a escribir o a pintar del modo que lo hacía o bien cesa su actividad artística definitivamente. Esa intuición es la que me apena: pensar que lo que ahora nos parece hermoso un día podrá considerarse patológico.

Déjenme que continúe el razonamiento. Ya verán que todo tiene sentido al final...

Cuando era niño, disfrutaba comiendo carne y pescado. ¡Y quien no! ¿Verdad? Después entendí que mi percepción de aquel placer era hija de mi ignorancia. Hoy he sentido pena al pasar por un mercado ganadero cerca de la carretera. Que el ser humano se dedique al comercio ya me parece antinatural, pero que lo haga comprando y vendiendo animales (cuando la vida se considera sagrada) sólo se puede explicar justificando su inconsciencia.

Y termino...

No sé si existirá un paralelismo entre el trato humano a los animales y el placer que sentimos al leer un poema; pero, cuando algunos llaman arte a la tauromaquia, entonces todas mis sospechas cobran forma y comienzan a bailar delante de mí igual que sombras demoniacas. Tolero su mofa, las miro fijamente y pienso en el futuro. Mientras reparo en esa movida galería de enajenación, me invade el convencimiento de que el mal no existe: simplemente se trata de la ausencia de todo bien, en definitiva, de una grave alteración del buen funcionamiento del cerebro.

Me consuela la esperanza que apuntaba al comienzo de esta entrada: tal vez, con suerte, un día ese problema también tenga solución. O no...