Ayer escuché en una tertulia económica la declaración de un hombre pragmático: "Europa no es una unión de idealistas, sino una unión de intereses".
Me pareció un acierto porque nunca me había preguntado cuál era la naturaleza de la Unión Europea. Aquel hombre severo me dio la respuesta, aunque me temo que no en el sentido que habría imaginado él. ¿Qué otra cosa puede ser este continente aparte de un grupo de personas que lograron superar sus respectivas identidades políticas y su pasado nacional? Europa, fuente del pensamiento, cuna de la filosofía, patria del saber. Pues no estaría mal apostar por esa ingenuidad.