sábado, 14 de abril de 2007

EMILIO CARRERE

Emilio Carrere, después de abandonar una temprana inclinación hacia la pintura, fue el poeta más popular en España durante las primeras décadas del pasado siglo. Se le ha adscrito a corrientes modernistas y al decadentismo. Hoy en día celebramos su producción narrativa. Si bien terminó sus días como monárquico y se sintió cómodo en el franquismo, la mayor parte de su vida se dedicó a frecuentar tertulias y trabó amistad con artistas bohemios. Todos elogiaron su ingenio y fue muy valorado por los colegas del oficio. Tradujo ejemplarmente a los poetas franceses de la época y sintío admiración sincera por Verlaine.

Carrere pintó un Madrid sucio, de gentes que viven una realidad miserable presidida por la pobreza y la marginalidad. Poetas alucinados; bebedores de ajenjo (mal llamada "absenta"); empedernidos perdedores y harapientos seres de una ciudad presente, real, hostil y transfigurada por la pluma estética de un gran modernista que simpatizó con la bohemia. Sus personajes son cándidos e ingenuos o astutos y oportunistas. Todos luchan por sobrevivir, los hay que persiguen la gloria en vano y el idealismo -que disfraza siempre una orgullosa aspiración bajo las humildes telas de la santidad o la locura- se da de bruces con la vida canalla del materialismo ramplón, ese que se practica cuando las circunstancias lo permiten y se lleva por delante a quien haga falta. El autor nos cae simpático y no es cruel con sus personajes, pero los lleva al límite para desnudar las vergüenzas del ser humano. Debemos a la editorial Valdemar la edición de El reino de la calderilla, un novela brillante, un Baroja al cubo.

Carrere escribió también una serie de relatos de misterio, horror y aventuras que publicó en varios títulos; siendo, de entre todos ellos, La torre de los siete jorobados el más sobresaliente en opinión de la crítica. Edgar Neville lo llevó al cine en 1944.

Lectura gozosa, no me cabe la menor duda. Les dejo un enlace a algunas de sus obras disponibles hoy en día en las librerías españolas: Castalia y Valdemar