Edward Zwick dirigió Diamante de sangre (Blood Diamond) en 2006. Está protagonizada por Leonardo DiCaprio, Dijmon Hounsou y Jennifer Connelly. La acción se sitúa en Sierra Leona a finales del pasado siglo. DiCaprio fue soldado y ahora se dedica al tráfico de diamantes; Hounsou es un hombre que pierde a su hijo, raptado por la guerrilla para su causa militar, y Connelly interpreta el papel de joven periodista en busca de un artículo que narre la realidad de aquel país.
Es una película de acción, cruda, dramática, emotiva e intensa. Ningún espectador quedará defraudado. El refinado ciudadano de la rica Europa no debería perderse este largometraje por varias razones, aunque todas pueden resumirse en dos: dar gracias por lo que tiene para no perder el norte y tampoco su humildad; y cobrar conciencia de una realidad inhumana que, sin embargo, sufren millones de personas.
He vuelto a borrar una entrada que escribí hace poco sobre la situación actual en Kenia y aún no sé el porqué, pero he decidido volver a incluirla, aunque con algún cambio. Sin duda, Diamante de sangre refleja una realidad. Las escenas de Kenia parecían un trailler del largometraje. Será que la violencia en África es igual para todos sus pueblos... inversamente proporcional a nuestra bonanza europea.
Cuando la película termina, uno siente alivio y, al mismo tiempo, una ligera desolación. Alivio porque se acabaron las escenas trágicas de niños fusilando a adultos, de adultos drogando a niños, de hombres buscando diamantes bajo la amenaza de un fusil empuñado por otro hombre, de seres humanos sin rumbo, de un pueblo cercado tras una alambrada extranjera que supuestamente lo protege, de sangre derramada por la codicia de terceros, de caos, de iniquidad... Desolación porque todas esas imágenes se habrán inspirado en hechos reales, porque uno no sabe qué hacer, porque ahora mismo está ocurriendo en muchos lugares algo parecido y seguimos sin hacer nada.
Ojalá un día los diamantes tuvieran para los seres humanos el mismo valor que una piedra común. Quien lleva un diamante, ¿cómo puede saber que no procede de un escenario de guerra promovido precisamente por ese tráfico de joyas que enriquece a los verdugos y sume en el más oscuro fango a los habitantes de las regiones afectadas?