LILJA 4-EVER es el título de una película sobre la que hoy querría escribir unas líneas. Si usted no vio aún este largometraje, le ruego que se haga con una copia y que no siga leyendo esta entrada hasta que no haya visto la cinta.
Le recordaré el argumento: Lilia es una adolescente que vive con su madre en algún lugar de la antigua Unión Soviética. Su madre tiene un novio con quien decide trasladarse a los Estados Unidos de Norteamérica. Lilia está muy emocionada por la noticia, pues cree que viajará con ellos. Sin embargo, un día se entera de que ella no va a acompañarles: vivirá sola hasta que su madre le envíe dinero para que pueda comprar su billete. Ese dinero no llegará nunca. Tampoco volverá a saber de su madre salvo cuando recibe un aviso de la oficina de asuntos sociales. Al acudir a la cita, Lilia se entera de que su madre ha renunciado a ella. A partir de entonces, deberá valerse por sí misma. Todo se complica cuando aparece la tía de Lilia reclamando para sí la casa donde vive la chica. Desesperada por su situación económica, Lilia acompaña a una amiga a una discoteca. Allí acuden adultos en busca de chicas muy jóvenes. Aunque Lilia no quiere, finalmente aceptará el trato con algunos hombres a cambio de dinero. En una de esas noches, Lilia conocerá a un joven que quiere ayurdarla. Parece un buen muchacho. Sus intenciones son nobles y, poco a poco, Lilia se enamorará de él. Juntos hacen planes de futuro: su novio tiene pensado viajar con ella a Suecia, donde podrán trabajar en el campo. El único amigo de Lilia se llama Volodia y es unos años más joven que ella. Éste la advierte de las auténticas intenciones del novio, pero Lidia cree que Volodia dice todo eso porque siente celos. Unos días después, Lidia y su novio parten hacia el aeropuerto. Volodia, triste y solo, después de haber sido repudiado por su padre, decide ingerir unos medicamentos y muere. La película da un giro entonces: de camino al aeropuerto, el novio de Lidia busca una excusa para no acompañarla en el viaje a Suecia. Al parecer, su abuela se encuentra muy grave y él tiene que quedarse unos días con ella. No obstante, el jefe de su novio le ha asegurado que esperará a Lidia en el aeropuerto. Al llegar ésta a Suecia, pronto descubrirá la verdad: su novio era un señuelo y el jefe de éste, un proxeneta. Lidia, como el espectador ya imagina en ese momento, ha caído en las redes de una mafia. Prostituida sin ningún tipo de piedad, la joven Lidia empieza a perder toda esperanza. En sueños, habla con Volodia. Son los momentos más amargos de la película. Al final, Lidia consigue escapar del piso en el que está retenida tras recibir una paliza de su proxeneta. Corre sin rumbo por la ciudad. Al llegar a un puente, toma la decisión más grave y salta desde la barandilla. Una ambulancia la traslada al hospital, pero pierde la vida en el trayecto. En una escena final, el director permite un juego: en él, Lidia rectifica los errores que ha cometido en sus últimos tres meses, se vuelve buena con su anciana vecina, le dice adiós a su falso novio y, en compañía de su fiel amigo Volodia, juega a la pelota en la terraza de su casa.
Oksana Akinsjina interpreta el papel de Lilia, "la joven que te va a robar el corazón", como leí en un blog. Luego se encargará el director de que también te lo rompa. Hay cuestiones técnicas de LILJA 4-EVER que no me convencen, pero no quiero tratarlas. Yo prefiero quedarme con la historia. Me sorprende que la Europa rica no haga nada al respecto. Lejos de acabar con el tráfico de personas, parece que ese negocio va en aumento. Las mafias se están asentando en todos los países de la Unión Europea. Algunos amigos hispanoamericanos me preguntan si Europa no habrá decidido suicidarse. Lo mismo leo en muchos periódicos. La respuesta es sencilla: "Sí". Teniendo el dinero, la fuerza militar, el peso de la ley, la soberanía histórica, en definitiva, contando con todos los instrumentos posibles, Europa ha optado por la enajenación. Esta crisis de ideas y valores, política, social y humana nos va a conducir a la ruina.
El problema de fondo, no obstante, reside en que este negocio resulta rentable porque la sociedad lo demanda. Así que, si traer adolescentes de la Europa del Este para su prostitución es un buen negocio, debe tratarse de que aquí hay demasiadas personas que desean pagar a cambio de lo que ustedes ya se imaginan. Vicio y enfermos siempre ha habido, ahora bien, ¿tanto como ahora? Da miedo pensarlo.
Yo me pregunto a qué esperan esas personas multimillonarias. Si yo fuera uno de esos ricos banqueros o de aquellos opulentos comerciantes, sin duda no tendría ningún reparo en ordenar viajes semanales a distintos países del mundo. Cargaría los vuelos con mujeres y niños. Los traería a España y aquí recibirían un trato humano. Las mujeres podrían aprender buenos oficios y los niños recibirían una excelente educación. Si tuviera que arruinarme en el empeño, bien habría aprovechado ese dinero.
Siendo nosotros más, más nobles, más fuertes y ricos, teniendo de nuestra parte la ley y sabiéndonos en la obligación de actuar, no entiendo cómo unos pocos sinvergüenzas pueden hacer de nuestro mundo un lugar tan lóbrego. Una vez más, triunfa la servidumbre voluntaria. Una vez más, la cobardía nos doblega.
En las dos imágenes de arriba, Lilia y Volodia, en distintos momentos de la película. ¿Cuál prefieren? De nosotros depende que la vida de millones de personas no sea como la de la izquierda. Yo opto por la imagen de la derecha.
Cuatro enlaces:
4. Acnur.
La Iglesia Católica debería hacer más. Si es preciso, hay que exigirle un esfuerzo sobrehumano porque no esperamos otra cosa de ella. ¿Cuántas vidas podría salvar el dinero recaudado de la venta de un Caravaggio? ¿Y cuántas más si la Iglesia vendiera parte de su hacienda? Todo lo que tenemos un día vamos a perderlo. El tiempo mismo reducirá todo a cenizas (también los tesoros más preciados). Si pudiéramos comprender ese hecho y profundizar en ello hasta verlo con absoluta lucidez, nuestra compasión despertaría. Lo que no podemos pasar por alto es el sufrimiento humano. Es preciso esperar más de quien ha sido llamado por Dios para estar con el necesitado. Dad, vosotros que seguís al Pescador, y seréis recompensados como no imagináis.
Me consta que mucha gente se esfuerza por combatir el tráfico de personas y la prostitución internacional. Hay departamentos de la policía, contamos con la Interpol, el Parlamento de la U.E. también se ha propuesto acabar con esas prácticas y estoy seguro de que la Iglesia hace mucho más de lo que imaginamos. No obstante, no parece que todo ello sirva aún. No es bastante. Si cada uno de nosotros vemos al prójimo como a nosotros mismos, ¿no nos abrasa su desesperación, no nos muerde la rabia al contemplar cómo vive, cómo sufre? Si nosotros fuéramos él, ¿no querríamos que nos ayudaran urgentemente? ¿Qué ocurre cuando la persona necesitada sufre y nadie acude a socorrerla? ¿Qué se le pasará por la mente? ¡Qué cosa tan terrible! Se me ocurrió ayer que, tan dispuestos como estamos los españoles para ciertos maratones-show televisados donde se recauda dinero para las víctimas del enésimo huracán caribeño, acaso íbamos a fallarle a esas pobres criaturas de la Europa del Este? Con el dinero recaudado de un día entero de generosidad, ¿qué podría hacerse? Si se recaudaran diez millones de euros, ¿en qué podrían invertirse? ¿En construir una casa para cien personas, en fletar un avión militar de la ONU para llevar a cien niños rusos a esa casa española, en pagar durante el tiempo necesario a los empleados responsables del cuidado de esas criaturas? ¿Y si no llegase? ¿No hay voluntarios en la Cruz Roja que quieran dedicar su tiempo a dar de comer a esos niños; no hay centros comericales en España como El Corte Inglés, Carrefour o Alcampo que pudieran dar comida y ropa a esas criaturas a cambio sólo de una impagable gratitud; no hay fundaciones sociales de mil entidades bancarias dispuestas a correr con el gasto del agua, la luz y el gas que se consuma en ese edificio; no hay acaso miembros de Médicos Sin Fronteras que quieran atender sanitariamente a esos niños pobres del Este; no hay acaso humanidad en todos y cada uno de los españoles que voluntariamente podrían contribuir de muy diversas maneras para que ese edificio y esos niños fueran una realidad? ¿Acaso no se podrían construir cien edificios más igual que ése? ¿Se imaginan? Una ciudad llena de niños felices. Futuros hombres de paz. En lugar de eso, hoy sólo hay jóvenes prostituidas, niños huérfanos de toda esperanza drogándose en las frías calles de tantas ciudades del mundo, personas frustradas porque ven el dolor y no pueden hacer nada por calmarlo, gentes despiadadas (también ellas son víctimas) lucrándose, gobiernos enteros avergonzados por su ineficacia (cuando no por su cobardía, su terrible cobardía) y millones de seres humanos incrédulos que no entienden lo que está pasando hoy en el mundo.
(Con mi agradecimiento a M. H. por sus acertados comentarios y valiosas aportaciones durante la revisión del texto)