miércoles, 16 de diciembre de 2009

HISTORIAS PARA NO DORMIR

Existen dos monumentos de la historiografía literaria inglesa: The Cambridge History of English Literature y The Oxford History of English Literature.

La primera obra consta de once mil páginas y se publicó en Nueva York entre 1907 y 1921. Los expertos opinan que nadie ha logrado superarla. Fue dirigida por Adolphus W. Ward, quien escribió catorce capítulos de su especialidad, y Alfred R. Waller, quien se encargó de otros cuatro. En la obra intervino la flor y nata de la época (J. W. H. Atkins, G. Saintsbury, H. V. Routh, W. J. Courthope, F. W. Moorman, F. E. Schelling, entre otros). En 1927 se añadió un decimoquinto volumen con el índice. Hoy es imposible encontrar una edición moderna, pero el investigador y el lector aficionado pueden leer la obra completa de forma gratuita pinchando aquí (este enlace permite leer, además, cuatro volúmenes extra dedicados al estudio de la literatura norteamericana). También pueden descargarse la obra por volúmenes en formato pdf si acuden al excelente portal The Internet Archive.

George Sampson publicó en 1941 un resumen que condensa los catorce volúmenes de su hermana mayor y lo actualiza incluyendo material posterior a 1916. R. C. Churchill revisó la edición en 1970: The Concise Cambridge History of English Literature, cuya tercera edición en rústica está agotada desde febrero de 2009 (y en tapa dura desde agosto de 1987).

Hoy la página web de Cambridge University Press (USA) ofrece, entre otras, The Cambridge History of American Literature, en ocho volúmenes (no es la misma obra que la incluida en el primer enlace de esta entrada), y The New Cambridge History of English Literature, edición completamente nueva dividida en cinco volúmenes.

Oxford (USA) comenzó la reedición de su mentada historia de 1945. Hasta la fecha se han publicado sólo siete de los quince volúmenes previstos (la reedición incluye dos más que la edición original). Según la crítica, el texto de Oxford tenía varias ventajas sobre la de Cambridge; por ejemplo, contaba con mayor unidad, pues cada volumen estaba redactado por un único especialista a diferencia de la de Cambridge, en la que intervinieron numerosos (aunque reconocidos) expertos. Para Oxford escribieron H. S. Bennett, Edmund K. Chambers, C. S. Lewis, James Sutherland, John Butt, Ian Jack o J. I. M. Stewart.

La misma editorial (Reino Unido) ha comenzado la publicación, a su vez, de una nueva historia de la literatura inglesa. Hasta la fecha, ha lanzado cinco de los trece volúmenes previstos. La obra se titula Oxford English Literary History. Presenta un enfoque diferente. En lugar de una obra de referencia convencional, basada en los autores y libros principales de cada periodo literario, se ha preferido destacar el contexto en el que el libro fue escrito y enfatizar la relación de éste con su época. Después de leer varias muestras, no me convence la idea en absoluto: a una historia de la literatura se le pide lo que es porque lo otro parece más propio de un ensayo académico.

Andrew Sander publicó en Oxford (Reino Unido) un manual que figura en todas las bibliografías universitarias de primer curso: Short Oxford History of English Literature, de cuya tercera edición escriben los editores que es "the most comprehensive and scholarly history of English Literature on the market".

Por último, una obra curiosa: Oxford History of Literary Translation in English.

Ahora que ha llegado el frío y apetece poco salir a la calle, aprovechemos cuando se oculta el sol para leer cerca del calor que brinda una buena estufa. Hoy les ofrecí varios títulos relevantes. Yo siempre sentí mayor interés por estos manuales que por las obras sobre los que me informaban con tanto amor los autores de aquellos. La historiografía tiene algo de artesanal y fantástico. Qué loco propósito pretender informar sobre todos los libros escritos y ordenarlos según un criterio previo. ¡E incluso comentarlos y discutir con otros críticos acerca del valor de cada uno! A los que se dedican a esto les mueve una noble pasión, una certeza romántica: no dejar nada al olvido, preservar lo que un día fue, que el nombre de aquellas personas nunca se extinga. Siento que yo tengo el deber de perpetuar esa verdad humana.