Si no aprendes alemán, no pasa nada; pero, si lo haces, te pueden pasar muchas cosas. ¿Por qué perdérselas?
El conocimiento tiene un impacto positivo en la vida. Hay que elegir el saber necesario, el que es bueno para nosotros porque nos sirve. Es indudable que el sistema educativo debería mejorar porque se ha convertido más en una herramienta de adoctrinamiento mediante el cual hacer sumisas a las futuras generaciones que en una actividad primordial para el desarrollo completo de la persona.
Pondré un ejemplo: si a un niño no se le examina de las cosas fundamentales, ¿por qué el sistema educativo está obsesionado con verificar que el alumno memorizó a corto plazo lo que es secundario? Si el chaval no aprueba los numerosos controles a los que es sometido, ¿por qué se sanciona al educando y no al sistema educativo?
¿Son los contenidos curriculares los idóneos? En las clases de Lengua y Literatura los alumnos memorizan un conocimiento inútil, perdiendo así un tiempo precioso y la oportunidad de aprender verdaderamente lo que se espera de esta asignatura. El conocimiento académico se basa en la lengua, pues éste no sería posible sin el uso de las palabras; es, por lo tanto, prioritario que los jóvenes dominen el castellano. Para ello tienen que usar diariamente un diccionario y una gramática. El resto consiste en leer y escribir.
Uno de los mejores ejercicios que existen es el dictado. ¿Recuerdan cuándo fue la última vez que su hijo les dijo que hoy había hecho uno en clase? Otro instrumento imprescindible es la biblioteca. Lamentablemente, los escolares no la usan y, a veces, ignoran que exista en su centro educativo. No siempre esto ha de ser malo porque, de entrar en ella, lamentarían sus injustificables carencias, aunque éste es el menor de los problemas, pues las bibliotecas públicas cubren ese déficit. Habría que añadir, además, lo que la familia buenamente pueda aportar en cada hogar para uso y disfrute privados.
Otra actividad que ha dejado de hacerse o ha perdido su incuestionable valor es la redacción de trabajos. Estos deberían fomentarse, pues permiten al joven implementar su propia agenda escolar, su autonomía académica, su imaginación y capacidad intuitiva, su curiosidad por aprender y, además, suponen el ejercicio de las habilidades básicas (conocimiento y uso del idioma), permiten la consolidación de la personalidad al dar libertad al sujeto para resolver problemas y dar una respuesta personal y satisfactoria al tema propuesto. Estos trabajos pueden hacerse en grupo y luego exponerse en clase. Esto, bien llevado por un profesor atento (si no está saturado por la masificación del aula), permite que los alumnos colaboren, sintiéndose parte de una estructura, y que desarrollen valores importantes para una sociedad sana.
La lectura de los textos en voz alta es otra actividad básica que se está perdiendo. Al unir las asignaturas de Lengua y Literatura en una sola y restarle, además, horas lectivas, el Estado priva a los docentes de algo imprescindible para el desarrollo de su actividad: tiempo, que es precisamente lo que se necesita para leer en clase una lista de libros que todos los escolares deberían conocer. En su lugar, el sufrido profesor tiene que enseñar cronológicamente el nombre de los principales escritores y repetir las cuatro características de cada movimiento. No hay tiempo para más. Pregunta: si el alumno no lee ningún libro, ¿de qué le sirve saber quiénes los escribieron y sobre qué tratan? ¿No sería mejor dedicar todo el tiempo a leer? ¿Ustedes prefieren que sus hijos sepan de memoria (durante unos días, pues el conocimiento inútil se olvida pronto) cosas que sólo han visto superficialmente o que hayan leído 30 libros al final del curso escolar? ¿En cuál de los dos casos propuestos un alumno conocerá mejor nuestra literatura? No importa tanto el número de libros como el hecho de haber leído. Hay que estimular esta necesidad. ¿Cuántos analfabetos funcionales con graduado escolar no leerán nada el resto de su vida? ¿Quieren eso para sus hijos? Supongo que no. Septiembre está a la vuelta de la esquina y se nos ofrece una nueva oportunidad para hacer bien las cosas. ¡Muevan ficha!
Ésta es la base: el conocimiento de la naturaleza y funcionamiento de las palabras, la adquisición de nuevo vocabulario, el refuerzo de lo aprendido con ejercicios básicos (dictados y redacciones), lectura en voz alta de textos y uso de la biblioteca para la consulta bibliográfica. Si se consiguen los mínimos, lo siguiente es aprender un segundo idioma, después un tercero, luego el cuarto... Porque leer en español abre muchas puertas, pero leer en varios idiomas, abre muchas más. Como Hesse escribió en Stufen, la vida no quiere que nos quedemos mucho tiempo en un mismo ámbito y nos empuja a seguir avanzando. Una bonita traducción al castellano la podrá encontrar aquí, pero es más hermosa aún en el original, tal vez.